REQUENA, MONEDA DE CAMBIO POLÍTICA DE SANCHO IV.

28.07.2024

Por Víctor Manuel Galán Tendero.

Las complicadas relaciones entre Castilla y Aragón.

Castilla y Aragón rivalizaron por distintas tierras e incluso por la hegemonía peninsular. También compartieron muchas cosas. Las conquistas del siglo XIII habían acrecentado considerablemente sus ventajas, pero conllevaron severas dificultades de organización y colonización. Sus monarcas se las tuvieron que ver con unos nobles cada vez más díscolos, algo que comprobaron amargamente Alfonso X y Jaime I.

Yerno y suegro desde 1246, las relaciones entre ambos no fueron todo lo cordiales que puedan parecer en algunos pasajes del Llibre dels feits, en el que el propio don Jaime no deja de reprochar la falta de comportamiento amistoso de don Alfonso, a pesar de recibir su ayuda y consejo en situaciones graves. En agosto de 1273 se reunieron ambos monarcas en Requena para tratar sus problemas políticos. Todavía aspirante al trono imperial, Alfonso X se enfrentaba desde el año anterior a una peligrosa rebelión nobiliaria.

La renuncia al Imperio no calmó las aguas de una Castilla descontenta con la política de su rey y la irrupción de los benimerines en la Península empeoró considerablemente la situación. En 1275 murió el heredero al trono castellano don Fernando de la Cerda y Jaime I en 1276, cuando los musulmanes parecían a punto de hacer zozobrar su dominio de Valencia. Castilla y Aragón se necesitaban, pero también podían aprovecharse ventajosamente de los problemas del otro.

Oportunidades y sinsabores de la repoblación de la codiciada Requena.

La Requena cristiana había hecho un buen camino por aquellos años. Sus repobladores recibieron en 1257 su Carta Puebla, que les permitió adquirir bienes a los musulmanes que permanecieron aquí, desplazándolos finalmente.

Caballeros de distinta categoría social y peones, las gentes guerreras de la frontera castellana, fueron conformando una nueva comunidad, que se organizó en concejo, con sus alcaldes y jueces.

Aquel concejo representó, además, a la autoridad del rey de Castilla en estas tierras hispánicas y su poder de interlocución no fue pequeño. Al mismo se dirigió más de una vez Pedro III de Aragón para dirimir litigios comerciales con la ciudad de Valencia o prevenir los ataques de sus vecinos contra los mudéjares valencianos. En 1276 les comunicó la tregua con ellos, pero los requenenses tomaron al final parte en la violencia desatada en el reino de Valencia. La comunidad musulmana de Chulilla fue atacada por los cristianos y los requenenses que tomaron parte en el asalto o se beneficiaron del mismo entregaron personas y objetos a otros, según el mandato del rey de Castilla, lo que ocasionó pleitos con musulmanes y cristianos del reino de Valencia. El 10 de abril de 1277, desde la ciudad de Valencia, el rey de Aragón se ofreció a atender las querellas de los requenenses con sus vasallos.

La repoblación no rendía los frutos con facilidad y muchos no vieron colmadas sus expectativas de riquezas y honores. Toda guerra en la vecindad era una ocasión propicia para ganar fortuna, especialmente antes del establecimiento definitivo de la caballería de la nómina. Semejantes acciones, además, amenazaban con inflamar más el conflicto en tierras valencianas, en un reguero de represalias sin aparente fin. Frenarlas era ineludible y el 8 de septiembre de 1277 Pedro III no vaciló por ello en dirigirse a las autoridades de Murcia, Alicante, Elche, el valle de Ayora y Requena, en los dominios del rey de Castilla.

Aquellas luchas comportaron serios problemas, pero también permitieron al de Aragón conocer de primera mano el estado y los problemas de los concejos de la frontera de Castilla con Valencia. Si flaqueaba el armazón del poder real castellano, podía conseguir el aragonés valiosas piezas. Ajustaría así fuerzas con su rival, en términos más favorables. La crisis interna de Castilla, primero en términos de contestación y después de sucesión, le ofrecería una gran oportunidad.

Castilla desgarrada.

La muerte del primogénito de Alfonso X, don Fernando de la Cerda, provocó una profunda crisis sucesoria en Castilla, que fue mucho más que eso. Se enfrentó el Derecho consuetudinario, que proclamaba heredero al segundogénito, con el de las Siete Partidas, que trasladaba la sucesión a los hijos del primogénito. La primera opción era defendida por grupos que veían amenazados sus usos y privilegios por la política de autoridad real, inspiradora de las Partidas. En el fondo se dilucidaba quién mandaba en verdad en Castilla, las aristocracias o el monarca.

La insurrección del infante don Fadrique, el hermano el rey, había enturbiado la vida política castellana y en enero de 1278 su propia esposa Violante de Aragón, su nuera doña Blanca de Francia (viuda de don Fernando de la Cerda) y sus nietos Alfonso y Fernando buscaron refugio en Aragón, donde había subido al trono el hermano de la reina de Castilla, Pedro III, coronado en Zaragoza en noviembre de 1276. Alfonso X, en vista de ello, reconoció como heredero a don Sancho en las Cortes de Segovia del verano de 1278.

El nuevo rey de Aragón era un hombre astuto y experimentado, que había guerreado en tierras de Murcia contra los musulmanes alzados años atrás contra su cuñado Alfonso X. Contar con su hermana y sus distinguidos sobrinos le abría no pocas posibilidades de intervenir en la política castellana y de ampliar su influencia e incluso sus dominios. Enfrentado a una gran insurrección islámica en el reino de Valencia, tuvo que ser prudente, máxime cuando en 1277 parte de la nobleza catalana se alzó al pretenderse que pagara regularmente el bovaje para yugular aquélla. Firme partidario de la autoridad regia, sus empresas le granjearían no poca oposición en sus reinos.

Sancho el Bravo y Pedro III unen fuerzas.

Hasta el 11 de julio de 1280 no se rindió a Pedro III la díscola Balaguer, punto fuerte de la resistencia de la nobleza catalana. Aunque se quedó con la custodia de los infantes de la Cerda, a los que mantuvo en Játiva, tras la vuelta de su hermana Violante con Alfonso X, buscó el entendimiento con Sancho, también interesado en que aquéllos no salieran de los dominios aragoneses. Tío y sobrino se habían entrevistado al efecto entre Requena y Buñol el 14 de septiembre de 1279, festividad de la Santa Cruz, para tratar el retorno de doña Violante a Castilla.

Las relaciones entre Sancho y su padre fueron agriándose a lo largo del 1280. Las rentas recaudadas por orden del infante para hacer frente a los musulmanes fueron en parte entregadas a su madre doña Violante, según la Crónica de Alfonso X, pagando la ira del monarca el almojarife judío don Zag de la Maleha. Presionado por los partidarios de los infantes de la Cerda, el mismo Alfonso acudió a Bayona a fines de 1280 a negociar con los enviados de Felipe III de Francia. Ofreció conceder a don Alfonso de la Cerda el reino de Jaén y unas rentas en consonancia a cambio de su renuncia al trono. Era muy poco para sus valedores y demasiado para don Sancho.

El ofrecimiento a Pedro III de dominios castellanos.

Por el momento, con todo, padre e hijo acercaron posturas. Sancho convenció a Alfonso para que participara en una entrevista con el rey de Aragón a fines de marzo de 1281 en El Campillo, entre Ágreda y Tarazona. Allí se acordó el reparto del reino de Navarra entre castellanos y aragoneses. Sancho atacaría a don Juan Núñez de Lara, que poseía Albarracín por su esposa doña Teresa. Tras la conquista de la plaza, la cedería a Pedro III. Sin embargo, no fue la única concesión. A la promesa de entrega de Ayora (dominio del infante don Manuel), junto a Palacios, Teresa, Jarafuel, Zarra, Chalanes y Cofrentes, se sumaría el 27 de marzo la de otorgarle el castillo y la villa de Requena cuando empezara a reinar:

"Sepan quantos esta carta vyeren como yo Infante don Sancho otorgo e prometo a vos don Pedro, por la gracia de Dios rey de Aragón, que luego que yo regnare e que vos dé e nos entregue el castiello e la villa de Requena con sus aldeas e sus logares e todos sus términos e derechos que he e deve aver. O si ante vos lo podiere dar en bona manera que vos lo dé. E otrossí vos do e vos otorgo daqui adelante todos los derechos e todas las razones quel rey mío padre e yo avemos, e podemos aver en el castiello e villa de Requena sobredichos, e en sus logares e en sus términos por qual quier razón. E aquesto que no embargue la general difinición que fiziestes al rey mío padre e a mí sobre demandas que oviessedes contra nos ni otras convyniencias o derechos que contra eso visiessen en ninguna manera. E porque estas cosas sean firmes e valederas para siempre fago vos pleyto e omenage e juro sobre los Santos Evangelios de tener e de guardar todas estas cosas así como son escriptas en esta carta."

Ayora se entregaba a Pedro III en compensación de la ayuda aragonesa a Castilla durante la insurrección mudéjar de 1264-66, aunque nada se esgrimió al respecto para Requena. Sancho conocía bien el interés de Pedro III en ampliar sus fronteras peninsulares y le cedió unos dominios que él consideraba periféricos y sacrificables de cara a sus ambiciones más caras.

Guerra civil en Castilla.

Las exigencias tributarias y las medidas monetarias de Alfonso X, enfrentado a los gastos de la guerra con granadinos y benimerines, alzaron mayores protestas entre los castellanos, como se vio en las Cortes de Sevilla de octubre de 1281. El señor de Vizcaya Lope Díaz se hizo vasallo del rey de Francia. En medio de este clima tan turbio, rompieron relaciones el rey y el infante.

El 21 de abril de 1282, en las Cortes de Valladolid, fue depuesto Alfonso X, que el 9 de noviembre desheredó a don Sancho. Pedro III ayudó indirectamente a su sobrino y el 1 de mayo garantizó el paso de caballeros y mercaderes desde Requena. Según Zurita, el aragonés se excusó de tomar parte en tal guerra a favor de don Alfonso so pretexto de sus preparativos contra los musulmanes norteafricanos.

Don Alfonso vio reducido su dominio a Murcia y Sevilla. Llegó a depender de la arriesgada alianza de los benimerines y con el paso de los meses pudo recuperar posiciones. El 4 de abril de 1284 dejó este mundo en Sevilla el que sería llamado Rey Sabio, más por su excelente obra cultural que por su ejecutoria política estricta. El 30 de abril sería coronado en Toledo don Sancho.

Requena no es cedida finalmente a Pedro III.

A partir de ese momento, según lo convenido en El Campillo, Sancho IV debería de haber entregado Requena a Pedro III. Al principio mantuvieron ambos monarcas su alianza. El 23 de mayo de 1284, los concejos de los obispados de Sigüenza, Osma, Calahorra y Cuenca, como el de Requena, fueron instados por Pedro III, en uno con su sobrino don Sancho, a acudir Calahorra el primero de junio a guardar la frontera con Navarra. Ordenó el aragonés al baile Pedro Gil, el 31 de octubre de aquel mismo año, asignar al alcaide de Requena García Sánchez la quitación de 223 sueldos y 2 dineros.

Más que de un gesto de soberanía, se trataría de una muestra de cooperación con el poder castellano, en un momento de apuros para el rey de Aragón. En agosto de 1282 había aceptado la corona de Sicilia, lo que le valió la excomunión papal el 9 de noviembre. Aprovechó la situación la nobleza aragonesa, que arrancó el reconocimiento de la Unión el 28 de septiembre de 1284 en Tudela, en el curso de la guerra con Navarra. Al año siguiente, la cruzada franco-pontificia se dirigió contra tierras catalanas, infructuosamente.

El 11 de noviembre de 1285 murió victorioso el batallador Pedro III el Grande, dejando a sus sucesores problemas de complicada resolución. El 25 de mayo Sancho IV había podido confirmar sus privilegios a Requena, que quedó del lado castellano.

El rey de Aragón había pretendido ampliar sus dominios más allá de las fronteras del tratado de Almizra de 1244, ganándose a personas como el alcaide de Requena. Las circunstancias le impidieron hacer cumplir a Sancho IV sus promesas, que también contaría con la fidelidad de gran parte de las gentes de Requena. La experiencia posterior confirmaría la importancia de gozar de la fidelidad de las oligarquías locales para lograr o conservar territorios. Si la de Alicante entregó en 1296 su villa a Jaime II de Aragón, la de Requena afirmó en 1301 su compromiso con Fernando IV de Castilla tras la asignación de mayores rentas a su caballería. La frontera entre Castilla y Aragón no solo fue dibujada por las pretensiones de los reyes, sino también por los intereses de las gentes de sus localidades.

Fuentes.

ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN.

Real Cancillería. Registro 39 (162v y 184v), 40 (16v), 46 (198v), 47 (41v, 89v y 106r) y 52 (66v).