PENDENCIA EN LA REQUENA DE FELIPE II.
Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La Castilla del siglo XVI no fue una balsa de aceite. Por mucho que la monarquía hubiera afirmado su autoridad tras aplastar a los comuneros, tuvo que vérselas con distintos grupos de presión y de poder. En las distintas localidades castellanas, las oligarquías ejercieron un verdadero control de la vida municipal. Sus parcialidades dieron mucho que hacer y hablar a los corregidores reales, que a veces se las vieron y se las desearon para imponer el orden. Ejercer de corregidor no resultó sencillo, máxime cuando al final de su mandato eran sometidos a los juicios de residencia, donde cualquier particular podía deponer en su contra.
La Requena de finales del reinado de Felipe II no escapó a todo ello. Su corregidor Lorenzo de San Pedro encajó un duro juicio de residencia a inicios de 1584, pues su mandato había sido pródigo en incidencias. El alguacil Diego de Gonzalo de Córdoba sacó cara por él, pues su ejecutoria se encontraba estrechamente enlazada a la del corregidor. En su defensa, rememoró un momento especialmente duro, en el que por razones de precedencia y honor salieron a relucir las armas blancas en la iglesia arciprestal de El Salvador. He aquí su testimonio del 4 de enero de 1584:
"Durante el tiempo que en esta villa ha sido alguacil, (ha habido) muchas pendencias y debates, donde en forma de comunidad se han juntado muchas veces unos contra otros, de donde se pudieran seguir muchos riesgos e inconvenientes (como los de) la iglesia de San Salvador un día de fiesta, donde había congregada mucha gente porque había sermón (y) en una capilla de San Julián unas mujeres se atravesaron sobre los asientos y a las voces que daban acudieron muchos hombres de la una parte y de la otra con espadas, dagas y puñales sacados, que al cabo tocaron toda la iglesia, y hubo mucho escándalo de sacerdotes de dejar para decir la misa."
"Y en el alboroto y escándalo que hubo en la iglesia de San Salvador harto hice, y puedo ser notado de diligentísimo, pues metido entre más de cien espadas desnudas apacigüé al pueblo alborotado y aquieté los ánimos indignados, de manera que no hubo riesgo ni de allí se siguió más escándalo ni pasión, y prendí algunos de que entendí que habían sido los causadores y todo mi cuidado puse en la quietud del pueblo y su pacificación."
Fuentes.
ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL.
Consejos, 25420, Expediente 5.
Declaraciones del alguacil Diego de Gonzalo de Córdoba y del
corregidor Lorenzo de San Pedro en el juicio de residencia del mismo
corregidor.
