LOS PRIMEROS PASOS DE UN INSTITUTO DEL PUEBLO: EL IES UNO DE REQUENA.

04.05.2024

Por Víctor Manuel Galán Tendero.

LOS PRIMEROS PASOS: LOS PRECEDENTES DEL SEXENIO REVOLUCIONARIO.

La Ilustración consideró la educación uno de los medios más idóneos para alcanzar la plenitud humana y lograr una sociedad mejor. En España, la Constitución de Cádiz de 1812 recogió tales ideales y en su articulado se dispuso el establecimiento en todos los pueblos de la Monarquía de escuelas, de una Dirección General de Estudios y se reconoció la libertad de los españoles para escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas. Tales principios recorrieron, con vaivenes, nuestro agitado siglo XIX. En la Carta Magna de 1869 se estableció que "Todo español podrá fundar y mantener establecimientos de instrucción o de educación sin previa licencia, salvo la inspección de la autoridad competente por razones de higiene y moralidad." Los enfrentamientos de la Universidad con el gobierno de Isabel II, como el de la Noche de San Daniel (10 de abril de 1865), había predispuesto a los demócratas a no someter a los centros educativos a una estricta supervisión del Estado, en sintonía con el ideario liberal.

Se consideró que la instrucción debía de extenderse a las clases trabajadoras, que alcanzarían así la plenitud de la ciudadanía según el liberalismo más demócrata. El Centro Instructivo Popular de Requena se propuso acometer tal tarea. Del 25 de marzo de 1870, cuando todavía España iba a la busca de un rey, data su reglamento.

Los profesores del Centro serían retribuidos por los fondos del mismo. Se realizarían actividades (abiertas a los mayores de quince años) escolares, de lectura, teatro y conferencias, verdadera combinación de escuela de adultos y ateneo cultural, que avanza algunas líneas pedagógicas posteriores. En una sociedad donde el analfabetismo todavía era muy alto, se postuló que en el Centro se leyeran los periódicos en voz alta, algo que fue muy practicado por distintos movimientos políticos del Sexenio para extender sus ideas.

Los nombres de los componentes de su Junta Directiva nos permiten saber quiénes eran los más destacados demócratas requenenses, no pocos ya republicanos. Vicente Pérez Ramírez fue su presidente. Fueron los vicepresidentes José Torner Martín y Bartolomé Ruiz de la Peña. Entre los vocales encontramos a Francisco Ripollés Báguena, José María Monfort, Antonio Monsalve López, José Rodríguez Gil, Ángel Monsalve, Antonio Loines, Evaristo Laguna y Francisco Gadea. La función de depositario recayó en Apolonio Parra y la de contador en Juan Simarro. En calidad de secretarios figuraron Antonio Cervera Royo, Andrés Donato, José García Sisternas y Dionisio Rubio. Firmaron Andrés y Fabián Diana como testigos.

El proyecto no acabó de cuajar, quizá por la falta de fondos, y durante la I República se confeccionó el Reglamento del entro instructivo republicano democrático federal de la ciudad de Requena, que no llegó a imprimirse. Sus estatutos eran casi iguales a los de 1870, y se volvió a hacer hincapié en la lectura de la prensa periódica. A través de los integrantes de su Junta verificamos cambios y ausencias, pero también continuidades. Andrés Diana ocupó entonces la presidencia, y la vicepresidencia Eugenio Roda y Francisco Juan Narbón. Los vocales fueron Andrés García, Julián Aguilar, Antonio Miñano, Baldomero Candebés, Aniceto Toledo, Pedro Clavijo, Francisco Diana y Antonio Donato; su depositario Ramón Huerta; su contador Antonio Monsalve y sus secretarios Julián Iranzo, Antonio Hernando Rubio y Miguel López.

La nueva iniciativa tampoco arraigó, pero su espíritu cívico y la convicción de la trascendencia de la educación para mejorar la sociedad han fructificado en distintas instituciones y medios que todos conocemos.

Fuentes.

ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.

Documentos nº. 11.153 y 11.686.

EL ALBA DEL INSTITUTO DE REQUENA.

Los precedentes.

Lo que hoy en día concebimos como enseñanza secundaria fue considerada durante siglos la preparación para los estudios universitarios. En la Requena del Antiguo Régimen los carmelitas y los franciscanos, a veces rivales, tuvieron la primacía en tales estudios, con independencia de otras empresas y de otros intentos. La revolución liberal no ignoró la importancia de los mismos y tras la desamortización de Mendizábal se ofreció a los escolapios ocupar el lugar dejado por las dos órdenes antes citadas, como bien aclara el documentado estudio de Alfonso García Rodríguez sobre la historia de la enseñanza en Requena. Durante el Sexenio Revolucionario llegó a impartir clases el Instituto Libre de Segunda Enseñanza, de vida breve y matrícula muy circunscrita a los hijos de los pudientes de la comarca.

Una Requena en transformación.

La Requena cultivadora de viñas y tachonada de aldeas, que había superado con no escasas dificultades el declive de su sedería, se encaró a la altura de 1900 a un siglo XX lleno de retos, pero con la esperanza de superarlos. Hombres de letras como Serrano Clavero habían puesto en solfa las carencias locales y la prensa, especialmente la de orientación republicana, fue capaz de formar una opinión pública consciente, por minoritaria que hoy en día nos pueda resultar. Muchos vecinos valoraron ya la formación de sus hijos como una de las mayores herencias que les podían legar.

Entre 1920 y 1930 Requena pasó de 18.972 a 17.754 habitantes, un descenso derivado de las dificultades de la exportación vitivinícola y del arranque del éxodo a las grandes ciudades españolas. En aquella década se asistió al derrumbe del viejo sistema canovista y a la implantación de la primera dictadura de nuestro siglo XX, la de Primo de Rivera, que al final resultó incapaz de parar la transformación socio-política de la sociedad española. En tierras requenenses el analfabetismo masculino neto era del 31´1% y el femenino del 58´1% en 1920. Había descendido en relación a 1910 en un 15% y todavía lo haría más en la siguiente década.

El 25 de agosto de 1926 se decretó el plan de estudios del ministro Eduardo Callejo de la Cuesta, que trató de dar respuesta a su modo a las exigencias educativas de las nuevas clases medias y de formación femenina. Se establecieron exámenes de ingreso en los que participaron los maestros de primaria. Los estudios de seis años de bachillerato se estructuraron en un nivel elemental de cultura general, que se pensó para las señoritas especialmente, y en uno superior con especialidades de ciencias y letras, cuya superación otorgaba el título de bachiller universitario.

La importancia del ayuntamiento.

El ayuntamiento de Requena, entonces pieza clave en el desarrollo de las políticas educativas, no fue insensible a la cultura. El 21 de mayo de 1927 se suscribió a la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana.

El consistorio se encontraba entonces enfrascado en las obras de ensanche, embellecimiento y provisión de servicios ciudadanos. El 14 de abril de 1926 se aprobaron las contribuciones para el adoquinado de la plaza de Canalejas, de las que no se exceptuó a las monjas agustinas, y se acordó la ampliación del cuartel de la Guardia Civil. A 17 de agosto de aquel año la expansión urbana predispuso el emplazamiento del nuevo cementerio municipal al final del cuadro del ensanche, y el 31 del mismo mes se aprobó el tendido del camino vecinal del Pontón a Cofrentes. Preocupó la provisión de agua potable en buenas condiciones y en suficiente cantidad el 10 de agosto de 1927, particularmente ante la afluencia de forasteros para la próxima Feria, mientras los trabajos del ferrocarril Utiel-Baeza se emprendieron.

Organizado en distintas comisiones a efectos prácticos, la de Instrucción Pública fue desempeñada desde el 29 de octubre de 1927 por Plácido Guerrero Parra, Leandro Ramos Pérez, Pedro Pérez López y Francisco Planells. El talón de Aquiles era el del dinero. El 19 de julio se presupuestó un gasto anual de 283.000 pesetas, de las que se destinaron a Instrucción unas 24.945. Como los ingresos corrientes, todavía muy dependientes de los arbitrios sobre el consumo de los productos de primera necesidad, solo alcanzaron las 115.964 pesetas, se tuvo que cubrir el resto de lo presupuestado con una imposición.

No obstante, se quiso aprovechar la oportunidad brindada por el plan de estudios de 1926 para dar respuesta a una veterana aspiración requenense, la de contar con un Centro de Secundaria propio, al igual que lo lograrían localidades como Ibiza, Calahorra o Avilés dentro de una política de ampliación de la red provincial de Institutos de Bachillerato.

El acuerdo de disponer de Instituto.

Por unanimidad, el ayuntamiento acordó el 18 de mayo de 1928, bajo la alcaldía de Nicolás Pérez García, que el solicitado Instituto se alojara en las Casas Consistoriales, entonces en obras, concretamente en el espacio ocupado por la Escuela de Artes e Industrias. La necesidad de obrar reformas en el edificio condujo a encargarle su visura al arquitecto Joaquín Rieta Síster, nacido en Valencia en 1897 y titulado en 1923 por la Escuela de Arquitectura de Barcelona. Imbuido del estilo novecentista, en 1931 culminaría el Edificio Cervera en la plaza del Ayuntamiento de Valencia. Para campo de deporte del Instituto se postuló el Parque del doctor Gómez Ferrer. También se decidió destinar 500 pesetas para la adquisición de material académico y sufragar el alquiler de viviendas de los profesores.

La aprobación definitiva del Instituto llegaría con la Real Orden del 28 de agosto de 1928.

Aunque el 3 de septiembre de 1928 no se apreció incompatibilidad entre el alojamiento del Instituto con la de la Escuela de Artes e Industrias, se pensó que lo mejor sería alzar un nuevo edificio destinado al primero. Así lo sostuvo el concejal José Cervera, que fue partidario de concertar un empréstito municipal a tal efecto. Los concejales Rafael López y Maximiliano Iranzo, que tanto protagonismo tuvo en el posterior consistorio republicano, fueron del mismo parecer. José Pechuán, maestro y más tarde inspector educativo, recordó que como el fundamento del Instituto era la instrucción primaria de los hijos de la localidad, deberían construirse junto al edificio principal dos grupos escolares. Asaltó la duda, en un momento de la reunión, del carácter definitivo o interino del Instituto. Así pues, se impuso la prudencia. El inspector supervisaría si los locales municipales reunían las condiciones precisas y solo en caso contrario se contraería un préstamo con el Banco de Crédito local para alzar un nuevo edificio.

La inauguración del Instituto.

El 22 de octubre de 1928 tuvo lugar la sesión solemne de inauguración y apertura del curso en el salón de actos del local finalmente habilitado en las Casas Consistoriales.

En aquellos tiempos no se abrían Institutos a menudo y al acto asistió el gobernador civil Cristino Bermúdez de Castro (1866-1935), un veterano general de división que había combatido en Cuba y Marruecos y que había sido gobernador civil de Alicante entre 1923 y enero de 1928. En su alocución instó a la matrícula de señoritas, a las que se destinaba especialmente el bachillerato elemental, desechando añejas preocupaciones. Sostuvo que el saber convenía por igual al hombre y a la mujer.

El rector de la Universidad de Valencia, el doctor en Derecho Romano Joaquín Ros Gómez (cargo que ejerció entre 1927 y 1930), recalcó la necesidad de enseñar y educar para fortalecer la educación cívica, pero en un sentido favorable al régimen de Primo de Rivera, entonces enfrascado en un cambio que no cuajaría. Persona que intentó frenar las protestas estudiantiles, que no había podido atajar su predecesor Rafael Pastor González, subordinó en su discurso la libertad de cátedra al respeto al poder constituido y a los sentimientos religiosos. No evitó la lectura de los datos estadísticos del presupuesto de Instrucción Pública del último quinquenio en favor del régimen. El rectorado ejercía entonces funciones de supervisión e inspección sobre los Institutos de Bachillerato de su distrito universitario, dado el comentado carácter preparatorio o propedéutico de la enseñanza secundaria.

También estuvieron presentes en el acto el alcalde, el juez municipal y los primeros miembros del claustro de profesores encabezados por el comisario regio Javier Gaztambide, que felicitó al ayuntamiento y a la ciudad, entre otros. El secretario municipal dio lectura de los trabajos consistoriales para lograr el Instituto.

Era un gran triunfo para la ciudad de Requena y el 2 de noviembre de 1928 el ayuntamiento adquirió material pedagógico para el Instituto. La fundación tuvo lugar en un clima de euforia y de ilusión, de entusiasmo de los profesores destinados. No en vano, el 26 de octubre (cuatro días después de la inauguración) se recibió en el Instituto un telegrama del Ministerio en el que se felicitaba del éxito de la apertura y la competencia de todos en una labor académica brillante, provechosa y de interés para Requena y el resto de España.

El primer claustro de profesores.

Por el Real Decreto de 8 de mayo de 1928, el Ministerio nombró para dirigir fundamentalmente durante su primer curso los nuevos Institutos, como el de Requena, a catedráticos numerarios de otros de la provincia o de una cercana en comisión de servicio. Tuvieron el carácter de comisarios regios y recibieron la gratificación de 2.000 pesetas anuales. Debía encargarse, además, de impartir las asignaturas de las que era titular.

El comisariado recayó en el catedrático de Lengua y Literatura del Instituto de Alicante Javier Gaztambide Sarasa, por orden del 3 de octubre de 1928. Nacido en Madrid, se licenció en 1894 y se doctoró en 1897. En marzo de 1911 alcanzó la cátedra de Lengua y Literatura en el Instituto de Baeza. Había aprobado la oposición a cátedras universitarias, concretamente a Historia de la Literatura. Ejerció hasta el 31 de marzo de 1930 el comisariado. Prosiguió percibiendo sus haberes de catedrático, según certificó el secretario interino Victoriano Andrés Grafiá el 15 de noviembre de 1928. En 1940, después de la Guerra Civil, fue represaliado.

El vicedirector encargado de auxiliarle en sus tareas fue Jesús de la Peña Seiquier, que había estudiado Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza. Los cargos de responsabilidad del Instituto los designaba oficialmente el ministro, sin necesidad de terna. De la Peña, además, tuvo también la condición de abogado. Ejerció como profesor de Lengua y Literatura en nuestro Centro. El 9 de octubre de 1929 renunció al cargo por motivos de salud. El 1 de agosto de 1933 permutó su plaza con la de Camilo Chousa López en Antequera. Cuando la población cayó en manos franquistas durante la Guerra Civil fue considerado un republicano conservador verdaderamente religioso. Actuó como fiscal secretario de la Causa General, impartió clases en el Instituto Alfonso X el Sabio de Murcia, fue miembro de la Asociación Católica de Propagandistas y procurador por la provincia de Murcia en las Cortes del franquismo.

El doctor en Teología Victoriano Andrés Grafiá se encargó, como ya hemos visto, de la secretaria de forma interina. Le correspondió tal responsabilidad por ser el de más reciente incorporación. Había nacido en 1884 en Quart de Poblet. Se ordenó en 1908 y en 1914 se doctoró. Como cura párroco de Petrés, tuvo que trasladar en 1918 los cadáveres de personas fallecidas a causa de la epidemia de gripe. Ganó en 1928 la oposición a Institutos con el número tres. En nuestro Centro impartió religión, deberes éticos y rudimentos del Derecho. Cesante tras la proclamación de la II República, fue bibliotecario del Centro de Estudios Superiores de Valencia en 1934. En octubre de 1936 fue ejecutado por fuerzas milicianas.

En el primer claustro ya figuró Juan Grandía Castella, profesor de francés, que tendría una gran relevancia para la Historia del Instituto. Nacido en 1901 en Vallcebre (en la comarca barcelonesa del Berguedá), había cursado estudios universitarios en Granada y había sido ayudante gratuito de la sección de Letras en el Instituto de Córdoba desde 1922 a 1927, año en el que pasó a ser auxiliar repetidor interino de idiomas en el Instituto de Manresa. Ya en nuestro Instituto, solicitó el 5 de noviembre de 1928 tomar parte en las oposiciones a cátedra. Aun así, se encargó accidentalmente de la secretaría.

El turolense Luis María Rubio Esteban se encargó de la cátedra de Ciencias Naturales. El 19 de febrero de 1929 cesó como integrante de la primorriverista Asamblea Nacional. Desempeñó en 1933 la dirección del Centro, responsabilidad que se le encomendó el 2 de abril de 1939.

Por ausencia del titular José Huarte Echenique, recibió el 16 de noviembre de 1928 el ejercicio de la cátedra de Ciencias Leopoldo Escobar Montserrat, que tenía la condición de ayudante. El 21 de aquel mes pidió los dos tercios de la cátedra vacante de Matemáticas y Física y Química. Pocos días después, el 27, se nombró para la misma a Fermín Rodríguez Losada, un hombre muy polifacético nacido en la asturiana Luarca que además de químico y profesor fue conferenciante, escritor, musicólogo, deportista y un organizador incansable de eventos sociales como los festivales veraniegos de su localidad natal. Murió a los cuarenta y siete años por culpa de un accidente de tráfico.

Felipe Guijarro León, el médico del Hospital y de la Beneficencia Municipal de Requena, se encargó de la Educación Física, especialmente a partir del 26 de noviembre tras la ausencia del ayudante José Agulló Asensi por oposiciones a inspectores de sanidad.

El 26 de noviembre de 1928 presentó su título de la Universidad Literaria de Zaragoza Matilde Moliner, hermana menor de la no menos célebre María Moliner. Fue la primera mujer que impartió clases en el Instituto de Requena, concretamente de Geografía e Historia. Se ofreció voluntaria a impartir las clases de Dibujo y Cartografía hasta que se nombrara un titular. Formada en la Institución Libre de Enseñanza, su amor por la cultura, la lectura y los libros le llevaron entre 1933 y 1934 a encargarse de la secretaría del Patronato de las Misiones Pedagógicas. Padeció la depuración franquista y más tarde sería catedrática en el Instituto Cervantes, donde se mostró firme partidaria de la elaboración por los docentes de sus materiales didácticos, de sus propios libres.

El comisario regio, según orden del 24 de septiembre de 1928, convocó el concurso para plazas de agregados interinos. Junto a la designación de los profesores titulares se dispusieron las plazas de ayudantes para las secciones de Letras, Ciencias, Educación Física y la de Mecanografía, Taquigrafía, Caligrafía y Dibujo, con remuneraciones de 1.500 pesetas anuales. El comisario regio notificó al director general de Enseñanza Superior y Secundaria el 14 de diciembre de 1928 la relación de solicitantes por orden de preferencia: por la sección de Letras, Manuel López Vives; por la de Ciencias, Antonio Víllora Ripollés; por la de Lengua francesa, Rafael García Teruel (que no presentó título); y por la de Religión, el presbítero Faustino Pérez. De las disciplinas de Mecanografía, Taquigrafía, Dibujo y Prácticas se encargaron Luis Calvo Sánchez, el ya citado José Agulló Asensi, José Cervera Aviñó y José Pérez Hernández. La ausencia de Luis Calvo (que el 2 de noviembre de 1928 tomaría posesión de su cargo de oficial de 3ª clase de la administración civil del Ministerio) motivó que se encomendara a José Cervera las prácticas de Dibujo y Caligrafía.

Los primeros alumnos.

A pesar de impartir inicialmente el tramo del Bachillerato elemental, la matrícula del flamante Instituto anotó una importante afluencia de alumnos para el curso 1928-29. En concreto, se matricularon veintitrés de carácter oficial, diecisiete asociados a colegios privados como las Escuelas Pías de Utiel y ciento setenta y dos de enseñanza libre. A diferencia de los primeros, que cursaban todas las asignaturas en la misma localidad, los de la enseñanza libre seguían a distancia algunas materias, de las que se examinaban en el Instituto de Requena. Era una forma de difundir los estudios secundarios sin necesidad de crear más Centros, un compromiso dado por las circunstancias.

Entre los estudiantes hubo personas que habían seguido estudios en el Instituto Nacional de 2ª Enseñanza de Valencia (caso de Luis Gil o Claudio Pérez García), el Instituto General y Técnico de Castellón, el de Barcelona, el Instituto Nacional de Cuenca o incluso la Escuela Normal de Maestros de Madrid.

Hechos los primeros exámenes de ingreso el 28 de octubre de 1928 (en los que aprobaron seis muchachos como Luis Gómez Diana), el 7 de noviembre el rectorado devolvió al comisario el ejemplar de cuadros-horarios. Las clases y las prácticas se trazaron de acuerdo con los profesores. El Centro se suscribió al Boletín Oficial del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. El curso comenzaba con normalidad.

La supervisión de las Escuelas Pías de Utiel.

Entre las funciones del nuevo Instituto se encontró la supervisión de la enseñanza secundaria impartida por las susodichas Escuelas Pías. Sus estudios se habían incorporado al Instituto. El 6 de diciembre del 28 el rector de las Escuelas impetró del comisario el nombramiento de una comisión para inspeccionar las prácticas de sus alumnos. Por aquel entonces el rector Eugenio Almenar impartía Religión, Geografía e Historia Universal, de España y América); Ignacio Marzo, Aritmética, Dibujo Geométrico y Mecanografía; Juan Sancho, Francés, Escritura, Lectura e Historia Natural; José Blay, Fisiología e Higiene; y Juan Salvador, Deberes Éticos y Derecho.

La Junta Económica.

El manejo de los caudales públicos es una de las tareas más delicadas que tiene encomendada un Instituto desde el punto de vista administrativa, una tarea no siempre visible en los estudios sobre la educación.

La Real Orden del 7 de julio de 1927 había reorganizado los organismos encargados de tal cometido, las Juntas Económicas del Instituto. La de nuestro Centro se constituyó el 29 de noviembre de 1928. La presidía el comisario regio en calidad de director. Sus vocales eran el vicedirector de la Peña, el catedrático más antiguo de una sección distinta del anterior (Rubio) y el profesor más antiguo de la de Idiomas Grandía. Junto al secretario Grafiá figuraron como suplentes de los vocales los profesores más modernos de las secciones indicadas.

Se atendió a la administración de los ingresos (obtenidos con los derechos de matrícula y la expedición de documentos fundamentalmente, con independencia de las aportaciones municipales) e incluso a las remuneraciones del personal, lo que nos da idea de la magnitud de la tarea emprendida.

Fuentes.

ARCHIVO HISTÓRICO IES UNO DE REQUENA.

Carpeta de documentos de entradas de 1928 a 1934.

Carpeta de documentos de salidas de 1928 a 1934.

Libro de actas de las sesiones celebradas por el claustro de profesores desde el 22 de octubre de 1928 al 21 de septiembre de 1950.

Libro de actas de la Junta Económica del 29 de noviembre de 1928 al 12 de enero de 1937.

ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.

Libro de actas municipales de 1926-29, nº. 2876.

DE LA DICTADURA A LA DICTABLANDA.

Una época de transición.

Miguel Primo de Rivera, que había sido visto por algunos de sus entusiastas como el cirujano de hierro capaz de cortar por lo sano con los males de España, fracasó por completo en su intento de institucionalizar su dictadura. La oposición creciente, en la que tanta importancia tuvieron los intelectuales y los alumnos universitarios, le obligó a abandonar el poder el 28 de enero de 1930. Alfonso XIII, que lo había secundado, confió la autoridad gubernamental en un general con fama de lector y de liberal, Berenguer. Su dictablanda fue incapaz de atajar el descontento con la monarquía, que cayó tras las elecciones municipales del 12 de abril de 1931.

El Instituto de Requena no fue un núcleo de oposición al modo de la Universidad. Por parte del comisario regio, encargado de la dirección de aquél, se reiteró al administrador del Boletín oficial del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes el 18 de diciembre la petición del 8 de noviembre de 1928 de suscribirse y disponer de los boletines desde el primero de octubre. En aquella época las comunicaciones de la Dirección General se mandaron en papeles de Salvador Cuesta, de Madrid, proveedor de Sus Majestades.

Entre el profesorado, la Dictadura tuvo sus simpatizantes, pero el plan de estudios Callejo despertaba pocas simpatías entre muchos profesores de enseñanza secundaria, especialmente entre los catedráticos, que consideraron mermada su función evaluadora. La labor de la inspección y la elaboración de libros de texto oficiales se contemplaron como un ataque contra la libertad de cátedra. El 18 de marzo del 31, a punto de proclamarse la República, se difundió un cuestionario sobre la publicación del texto único del magisterio.

Conscientes de este mar de fondo y de los vaivenes al frente del Estado, el 20 de junio de 1929 el nuevo director general de enseñanza superior y secundaria saludó afectuosamente al director y al claustro por telegrama al tomar posesión. A 25 de febrero de 1930 el nuevo ministro, que pidió que lo consideraran un amigo y un compañero, pidió la leal colaboración al distrito universitario de Valencia.

En este tiempo de transición, la religión católica perdió fieles al considerarse la Iglesia mantenedora del régimen. El 25 de enero de 1930 el maestro Eusebio I. Martínez Aragonés pidió que sus hijos Elena e Ildefonso (de doce y diez años respectivamente) pudieran conmutar en su día la asignatura de religión, que ahora cursaban para prepararse para la carrera de magisterio.

Nombradía y servidumbres públicas.

El flamante Instituto de Requena fue acogido en la localidad como una conquista ciudadana. En consonancia, el capitán de la Guardia Civil Mariano López se ofreció al comisario regio para servirle. No se cejó de insistir el 22 de febrero de 1929 en la necesidad de hacer propaganda a favor del Centro, pues sus alumnos procedían de un radio geográfico más amplio. La organización de cursillos de conferencias culturales a cargo de los profesores del claustro se consideró un medio especialmente idóneo al respecto.

A veces, el entendimiento con el Ayuntamiento no fue todo lo bueno que sería de desear. El 11 de mayo del 29 el comisario regio Gaztambide se quejó de la inclusión de los profesores del Instituto en el reparto vecinal para la nivelación de los presupuestos municipales, por gastos del edificio del Centro. Sostuvo que no deberían sufrir gravamen al desarrollar una labor cultural deseada por el vecindario, con entusiasmo y amor por la enseñanza, pese a las grandes deficiencias de local en el primer curso. Todo ello no evitó que tuviera que dirigirse al Ministerio en busca de apoyo. Asimismo, el 7 de agosto de 1930 se recordó el compromiso municipal de facilitar material científico docente y administrativo.

Como centro público, no pudo zafarse de las servidumbres del Estado de su época, las del declinante régimen dictatorial de Miguel Primo de Rivera. El 14 de marzo de 1929 tuvo que contribuir al monumento proyectado en Valencia a la república de Cuba y su jefe de Estado Gerardo Machado, simpatizante de Primo de Rivera, dentro de la exaltación de la Hispanidad en Iberoamérica promovida por la dictadura. La cantidad de 50´25 pesetas se recaudó en poco más de un mes, con el descuento del 1% de la paga de marzo, y se mandó al rector de la Universidad de Valencia a través de la sucursal del Banco de España allí. La junta del monumento a la reina María Cristina se encargaría de gestionar el dinero.

A instancia de varias peticiones, el Ministerio autorizó el 11 de abril de 1929 la asistencia de varios profesores al acto académico que tres días más tarde se celebraría en Madrid, en la Corte. Una representación del Instituto, encabezada por el comisario regio Gaztambide, tuvo que acudir a la recepción del gobierno a Valencia en octubre de 1929. Este viaje costó 71´60 pesetas y se consideró que fuera cubierto por los ingresos de la junta económica del Centro.

Los trabajos y los días.

La inauguración del curso se solemnizaba y el 30 de septiembre de 1929 el Gobernador Civil se disculpó por telegrama al no poder acudir al acto por coincidir a la misma hora con el de la Universidad.

Los periodos de matriculación estaban bien regulados. Consta que el 1 de octubre de 1929 el rector de la Universidad de Valencia concedió prorroga de matrícula hasta el 10 de octubre. Por estas fechas se aprobaba por el rectorado del distrito universitario de Valencia el calendario escolar. El 4 de octubre de 1930 se estableció que el 7 de octubre se celebrara la Fiesta del Libro y el 24 el santo de la reina, en noviembre Todos los Santos, en diciembre el patrono, la Purísima y Navidad, el 23 de enero el santo del rey, el 7 de marzo la Fiesta del Estudiante (con asistencia voluntaria a clase), San José, la Semana Santa cayó entonces en abril, el 2 de mayo la Fiesta Nacional y la Ascensión el 14 del mismo mes.

Desde la Universidad ya se llamó la atención el 4 de octubre de 1929 sobre la actuación de la Junta del Libro, que tenía que dar cuenta de los resultados de los actos de la Fiesta del siete.

La obsequiosidad hacia la familia real era evidente en el calendario escolar. Los lutos oficiales también se contemplaron y el 22 de febrero de 1929 se acordó suspender las clases tres días por la muerte de la reina madre María Cristina.

Con motivo de las vacaciones estivales, los profesores tenían que notificar entre el 8 y el 15 de junio su domicilio durante aquel periodo. A título de curiosidad diremos que José Agulló Asensi notificó que pasaría las vacaciones estivales en el siete de la calle Calatrava de Alicante, Luis María Rubio en el cinco de la calle Temprado de Teruel, Juan Grandía en Figols-Las Minas de Vallcebre, Matilde Moliner en el 46 de la zaragozana Ramón y Cajal, Cristóbal Guerau de Arellano en la plaza de la Constitución 1 de Ibiza, Leopoldo Escobar en el catorce de la calle Mayor de Castellón, y Antonio Rodríguez Garrido en el siete de Moral de la Magdalena de Granada.

Los profesores y sus circunstancias profesionales.

En aquella época el Ministerio no expedía títulos administrativos a los profesores de institutos locales, a los que se encomendaba el bachillerato elemental, sino credenciales de toma de posesión. El 24 de enero de 1929 se encomendó al asambleísta Luis María Rubio que intentara subsanarlo, pero la primorriverista Asamblea hizo muy poco al respecto. Para desempeñar cualquier función directiva o administrativa se debía elevar una terna de candidatos al Ministerio.

El traslado de profesores fue habitual. El 25 de marzo de 1929 se nombró a Antonio Rodríguez Garrido, procedente de Granada, en sustitución de José Rodríguez Losada como profesor de ciencias exactas y físico-químicas. El 14 de octubre del 29 Matilde Moliner notificó al comisario regio su traslado a Madrid para los ejercicios de oposición a cátedras de Geografía e Historia de varios institutos nacionales para el 30 del mismo mes.

Un caso curioso fue el del ayudante de educación física Ángel Agulló Asensi, licenciado en medicina y cirugía. El 25 de septiembre se dirigió al ministro de instrucción pública y bellas artes pidiendo licencia por tres meses por asuntos propios. Dijo estar estudiando en Suiza la organización de la educación física (escribió desde Vevey-La Tour) y elaborando una memoria, además de estar resolviendo asuntos particulares por enfermedad. El comisario apuntó el 2 de octubre que había disfrutado de dos meses de licencia el curso anterior. Se le había sido denegado el tercer mes y no había celebrado en septiembre las prácticas. El 8 de octubre se le instó desde el Ministerio a reintegrarse en ocho días. El 16 de octubre tuvo que renunciar.

Para nombrar a los agregados interinos, la dirección requería la licencia del Ministerio. El 30 de octubre de 1929 se propusieron como tales a Manuel López Vives de letras, a Antonio Víllora Ripollés de ciencias, al presbítero Faustino Pérez de religión, a Felipe Guijarro León de educación física, y a José Pérez Hernández de taquigrafía.

A veces los profesores trataron de ampliar sus horizontes profesionales. Por la real orden del 24 de septiembre de 1886, Luis María Rubio Esteban, Juan Grandía Castellá y Antonio Rodríguez Garrido pidieron el 31 de octubre de 1929 autorización para dedicarse a enseñanza privada de asignaturas del Bachillerato Universitario. El profesorado de religión (asignatura no evaluable entonces) ofreció más de una particularidad. El 25 de abril de 1929 Victoriano Andrés Grafiá, que impartía tal asignatura, pidió acogerse a los beneficios del reglamento de clases pasivas del Estado de noviembre de 1927 para conseguir los derechos pasivos máximos.

A nivel general, las relaciones entre los profesores de los primeros claustros estuvieron marcadas por el compañerismo. Así se despidió el comisario regio el 31 de marzo de 1930:

"Se le es comunicada la supresión de las Comisarías a partir del próximo abril, con sentidas palabras de despedida del Claustro ofreciéndose a él y haciendo constar el buen comportamiento del mismo durante su actuación así como su armonía y compenetración que ha reinado en él, digna de todo elogio.

"El sr. Peña, como decano de los profesores y ayudantes reunidos y en representación de éstos, agradece las manifestaciones del Sr. Gaztambide, modelo de bondad que más que un jefe ha sido para todos un compañero, no obstante su superior categoría, y dice que puede estar seguro el sr. Comisario que contará siempre con la gratitud y el afecto de todos los reunidos, pues a ello se ha hecho merecedor durante su actuación. El sr. Gaztambide agradece emocionado las sentidas palabras del sr. Peña".

La entrada de la nueva dirección el 12 de mayo de 1930 también estuvo presidida por el mismo espíritu: "el sr. Rubio, como director, saluda a los señores claustrales y se ofrece en su nuevo cargo para todo cuanto sea beneficioso para el Centro que tiene la honra de dirigir. También manifiesta que espera la cooperación de todos para que no se interrumpa la armonía del claustro, deseando aparecer siempre mejor como compañero que como superior."

Los quehaceres de los alumnos.

A los doce años, los chicos y las chicas de familias con posibilidades o al menos con deseos de dispensarles una formación académica realizaban el examen de ingreso al bachillerato elemental. La prueba consistía en un dictado, un ejercicio de gramática y otro de aritmética, realizada entonces por el tribunal de ingreso del Instituto.

La matrícula, una de las fuentes de ingresos del Centro, no estaba al alcance de todos. En el primer año del bachillerato elemental, por donde comenzó a impartirse clases el nuevo Instituto, cursaban los alumnos ocho asignaturas (nociones generales de geografía e historia universal, elementos de aritmética, terminología científica, religión, francés, trabajos prácticos, caligrafía y educación física). Debían pagar por cada una 5 pesetas, cantidad nada baladí de entrada si tenemos en cuenta que el salario diario de muchos jornaleros de la comarca se encontraba por debajo de las 4 pesetas. Los alumnos aventajados del bachillerato universitario podían acortar un curso de estancia en el Instituto.

Para promover el arraigo del bachillerato elemental, considerado muy propio de las sufridas clases medias que intentó ganar la dictadura, se concedió por el claustro de profesores la gratuidad de matrícula en algunos casos, a su modo una embrionaria política de becas. Entre los primeros alumnos agraciados se encontró Juan Tamarit Vilanova el 3 de mayo de 1929. Un caso muy especial fue el de José Pechuán Montesa, uno de los cuatro hijos del maestro José Pechuán Ponciano (inspector de enseñanza primaria durante la Guerra Civil). El muchacho había aprobado en junio de 1929 el primer año con sobresalientes en terminología, nociones de geografía e historia, francés y religión, y podía adelantar un curso al contar 14 años. Se examinaría en septiembre del segundo curso para poder estudiar el tercero, pero su padre solo disponía del salario de 3.000 pesetas anuales. Al haber pagado la matrícula de los dos primeros cursos por ignorancia de las disposiciones, sus recursos habían mermado. Al final se le concedió la gratuidad de matrícula para beneficiar el legislador a las clases humildes. El 20 de abril de 1931, días después de la proclamación de la República, se aprobó la gratuidad para siete alumnos.

La matrícula de alumnos oficiales fue de 23 para el curso 1928-29, 35 para el 1929-30 y 52 para el 1930-31; de régimen colegiado privado de 17, 34 y 25 para los mismos cursos; y de régimen libre de 172, 191 y 258. Las cifras son bien elocuentes del éxito alcanzado.

Los alumnos del bachillerato elemental podían examinarse por grupos de asignaturas o al finalizar esta etapa educativa. Las fiestas de la Feria de Requena, décadas antes del establecimiento de las de la Vendimia, ya determinaron que la convocatoria de los exámenes de septiembre de 1929 se hiciera por el 25 de septiembre, fecha considerada tardía por las autoridades académicas. Los exámenes extraordinarios para los que les faltara una o dos asignaturas para concluir el bachillerato elemental se realizaron entre el 26 y el 31 de enero. A partir del 23 de mayo se hicieron los exámenes de finales del curso a cargo del tribunal de ingreso, dos tribunales de letras, uno de ciencias, uno de prácticas y otro de reválida. El estado del patio alzó las quejas del profesor de educación física, más o menos aceptadas.

Los alumnos cursaron veintidós horas de clase semanales el primer año, veintisiete el segundo y veinticinco el tercero de bachillerato elemental. Participaron, de mayor o menor grado, en fiestas como la del Libro, en la que el profesor de literatura impartió una conferencia. Ya de esta época inicial arranca la fiesta del estudiante, la de Santo Tomás, que se celebró a comienzos de marzo y cuya organización corrió del profesor de religión Victoriano Andrés Grafiá. Por aquellas celebraciones se organizaron muestras teatrales.

El propio Andrés pidió que un bedel vigilara a los alumnos para evitar las incorrecciones en los juegos, y más tarde se propuso que otro supervisara el patio. Además de la disciplina, preocupó el rendimiento académico de los alumnos, especialmente los de tercer curso. El 22 de febrero de 1929 el claustro se mostró conforme en avisar a los padres con hijos rezagados.

Algunos alumnos del Centro cursaron otros estudios, caso del colegiado Joaquín Beltrán Nos, que a 1 de junio de 1929 tuvo que comparecer en la Academia General Militar.

La dotación edilicia y presupuestaria.

En el periodo que nos ocupa, estalló el crack del 29, que desató la gran depresión que terminó afectando a España. El 31 de enero de 1930 se iniciaron las obras para instalar el Instituto en los bajos del edificio en el que se encontraba, con las observaciones del comisario al alcalde.

Para el curso 1929-30 el Instituto ingresó 3.717´70 pesetas en concepto de certificados, matrícula de asignaturas, recargos por suspensos y expedición de documentos (cada título de bachillerato costaba 10 pesetas), y gastó 1.426´90. Dos máquinas de escribir costaron 502´60 pesetas. Las 2.290´80 sobrantes se distribuyeron como nominilla entre el personal docente. En la junta económica central de los Institutos se decidió el 5 de julio de 1930 que se ingresara y distribuyera una cantidad suplementaria de 1.920 pesetas a razón de 108 mensuales por profesor titular y 54 por ayudante antes de enero de 1930, y de 132 y 66 pesetas respectivamente con posterioridad a esta fecha.

El funcionamiento del Instituto hubiera sido impensable sin el esfuerzo administrativo oportuno. El 31 de marzo de 1930 el comisario regio reconoció la esterilidad de sus gestiones en el nombramiento de auxiliar de secretaría ante el Ayuntamiento. El oficial de administración de 2ª clase Luis Calvo Sánchez pidió ser inscrito en la nómina de personal administrativo de Valencia para evitar los perjuicios de desplazamiento a la Delegación de Hacienda. Curiosamente, el rey como jefe del Estado dispuso que se le aplicaran las disposiciones de personal de porteros de los ministerios civiles. Bajo la declinante monarquía de Alfonso XIII los funcionarios y los estudiantes pugnaron por abrirse camino a través de disposiciones ciertamente peculiares.

Fuentes.

ARCHIVO HISTÓRICO IES UNO DE REQUENA.

Carpeta de documentos de entradas de 1928 a 1934.

Carpeta de documentos de salidas de 1928 a 1934.

Libro de actas de las sesiones celebradas por el claustro de profesores desde el 22 de octubre de 1928 al 21 de septiembre de 1950.

Libro de actas de la Junta Económica del 29 de noviembre de 1928 al 12 de enero de 1937.

LOS INICIOS DE LA II REPÚBLICA.

Un nuevo tiempo histórico.

El 14 de abril de 1931 España vivió una de las fechas más importantes de su Historia Contemporánea, la de la proclamación de la II República. La Monarquía de Alfonso XIII, comprometida por su apoyo a la dictadura militar de Primo de Rivera, había perdido considerables apoyos en la sociedad española y las elecciones municipales del 12 de abril del 31 demostraron su fragilidad. La República, que no dispondría de su propia Constitución hasta el 9 de diciembre de aquel mismo año, suscitó grandes ilusiones y pronto tuvo que hacer frente a importantes problemas, coincidiendo con la profundización de la Gran Depresión a nivel internacional y con el creciente cuestionamiento de la democracia liberal en muchos países europeos.

Entre el profesorado de enseñanza secundaria la nueva República fue a nivel general bien acogida. La supresión de ciertos controles de la inspección y el ensalzamiento de la libertad de cátedra encontraron grandes simpatías. Desde este punto de vista, el nuevo régimen contó con un valioso apoyo, que simbolizaba el de la España culta y reformista.

Desde la Universidad, punto de llegada de los estudios de bachillerato, se impulsó el cambio de régimen. El 25 de abril el rector electo de la Universidad de Valencia agradeció la adhesión del director y del claustro del Instituto de Requena, y ofreció su cooperación para el servicio público y los intereses generales de la enseñanza.

El proceso político implicó a los profesionales de la enseñanza. El 17 de junio de 1931 el presidente de la Audiencia territorial habilitó a los funcionarios para que actuaran de notarios, según R. D. de 7 de febrero de 1918, para la convocatoria electoral a Cortes Constituyentes del 28 de junio, por lo que el rector de la Universidad de Valencia debía dar relación de los catedráticos con condición de letrados. El carácter de cambio institucional del periodo se aprecia con el nombramiento del profesor de matemáticas Antonio Rodríguez Garrido del primero de diciembre del 31, que tuvo carácter provisional hasta que no lo aprobaran las Cortes Constituyentes.

Los cargos directivos y el flamante régimen.

La llegada de la República, asociada en la España coetánea a los valores arquetípicos de la Revolución francesa, fue un revulsivo para muchos profesionales de la enseñanza, del Derecho y del periodismo, con independencia de un marco normativo pendiente de renovación. En este ambiente se entiende que a 5 de mayo de 1931 el claustro de profesores del Instituto de Requena eligiera los cargos administrativos de la dirección.

En sustitución de Luis María Rubio Esteban (asociado a la Asamblea Nacional de Primo de Rivera), se confió la dirección a Jesús de la Peña Seiquier, abogado y profesor de lengua y literatura. De ideas republicanas conservadoras, había ejercido con anterioridad como vicedirector. Este cambio no supuso el ostracismo del profesor Rubio, que en 1933 volvería a desempeñar la dirección del Centro.

Juan Grandía Castella, profesor de francés, prosiguió como secretario al gozar del reconocimiento profesional del claustro. Al mismo se le concedió el 21 de octubre del 31 la vacante de latín con 2.000 pesetas anuales.

La sensibilidad social de la gratuidad de estudios.

El republicanismo histórico había defendido el acceso a la educación para todas las capas sociales a fin de renovar el país, algo en lo que el regeneracionismo de comienzos del siglo XX había insistido con el lema Escuela y despensa de Joaquín Costa. Bajo la dictadura de Primo de Rivera se había reconocido la posibilidad de conceder la gratuidad de estudios de secundaria a los alumnos de familias con recursos insuficientes. Esta potestad recayó en los claustros, y el del Instituto de Requena hizo un uso generoso de la misma en los primeros meses de andadura de la República.

El 20 de abril de 1931 se concedieron matrículas gratuitas a Enrique Contri Terrades, Francisco Soriano Guaita, Juan Tamarit Vilanova, Carmen Llobregat Estela, Carmelo Perpiñá Fábrega, Tomás Bernal López y Salvador Bernal López. El caso de los hermanos Bernal se contempló con especial comprensión.

Se concedieron asimismo el 28 de septiembre nuevas becas gratuitas a los estudiantes de primer curso Francisco Martínez Aser, Celia Pechuán Montesa, Marcelino García Horra, Benilde Pechuán Montesa, Bonifacio García Hernández, José María Gallego Rodríguez y Vicente Colón Giménez Gil; a los de segundo curso Celia Alandete Gimeno y Santiago Santiago Ferrando; a los de tercer curso Patrocinio Gallego Rodríguez y María Companys Soler; a los de cuarto curso Antonio Cámara Fernández, Miguel Gay Sáez, Leonardo Reinés Viana y José Pechuán Montesa.

El aprecio por los libros: toma de posición didáctica y social.

El interés por hacer la educación secundaria más accesible en lo económico condujo a una revisión de los libros de texto por parte del claustro. Desde el 22 de septiembre los encargados de las materias de las asignaturas informaron del valor económico y pedagógico de los libros de texto, en un momento en el que se reivindicaba la libertad de cátedra. El resultado fue una lista de obras agrupadas por cátedras.

Por la cátedra de literatura se recomendó Gramática de la lengua castellana de Antonio Regalado González (9 ptas.), Ejercicios de lectura y análisis de Bosch (6 ptas.), Nociones de preceptiva literaria de José Ciurana Maijó (10 ptas.) y Textos y ejercicios para el estudio de la literatura de Rogario (10 ptas.).

Por la de matemáticas se dieron por válidas Nociones de aritmética y geometría (13 ptas.), Aritmética (11 ptas.) y Nociones de geometría (5 ptas.), obras de Benigno Baratech; además de Aritmética y geometría (12 ptas.) y Nociones de álgebra y trigonometría (12 ptas.) de Rey Pastor y Puig Adán.

Por la de francés se validaron Francés segundo curso (9 ptas.) y Francés de tercer curso (9 ptas.) de Reyes; junto a Traductor segundo curso (8 ptas.) y Traductor tercer curso (8 ptas.) de Reyes.

Por la de ciencias naturales se recomendó Historia natural (14 ptas.) de Orestes Cendrero.

Por la de geografía e historia se dieron por válidas Geografía General y de Europa (13 ptas.), Geografía especial de España (13 ptas.), Geografía e Historia de España (13 ptas.) e Historia Universal (13 ptas.) de Luis del Arco Muñoz, además de Atlas geográfico universal (10 ptas.) y Atlas de Geografía de España (7 ptas.).

Por la cátedra de religión se recomendaron Teodicea-Ética (2´50 ptas.) y Ética general (2´50 ptas.) de José Mendive, por la de dibujo se validó Método de Dibujo (10 ptas.) de Francisco Pérez, y Manuel de Educación Física (5 ptas.) de Hernández y Justo Caballero por la de gimnasia.

Los precios no eran asequibles para muchas familias, pues en la España de la época el salario medio anual de muchos trabajadores era de unas cuatro pesetas diarias. Los profesores se inclinaron por manuales elaborados por figuras reconocidas en los medios académicos como Antonio Regalado, Rey Pastor o Luis del Arco.

El interés por la calidad de los textos se manifiesta en la participación desde el 18 de marzo de 1931 en el cuestionario informativo sobre la publicación del texto único del magisterio, cuyo carácter propedéutico era evidente para la enseñanza secundaria. El 6 de julio, en consonancia, el claustro se mostró unánime en el informe del Consejo de Instrucción Pública sobre la adaptación de los planes de estudio de 1903 y 1926.

La sensibilidad por los libros condujo a que el propio de La Peña se encargara de la Biblioteca del Centro con la voluntad de establecer una Biblioteca Popular para Requena.

Un Instituto exitoso: matrícula y presupuestos.

La acogida del Instituto, como ya comentamos en artículos anteriores, fue muy buena tanto en la localidad de Requena como en un área que iba desde la provincia de Cuenca a la de Valencia. El 12 de mayo de 1931, coincidiendo con la presentación del cuadro de exámenes, se hizo ver por parte del claustro la escasez de alojamientos en nuestra ciudad para hospedar a los muchos matriculados en los exámenes libres.

Muchas familias estuvieron interesadas en acogerse a las permanencias de alumnos a 28 de septiembre del 31, en los umbrales de un nuevo curso académico. Para ello se habilitó una sala de estudios. El 20 de noviembre el maestro nacional Ildefonso Martínez Aragonés solicitó con éxito al claustro el establecimiento de un internado, del que sería visitador-inspector el profesor Navas Romero.

De hecho, la matrícula tuvo un aumento significativo. Los alumnos oficiales pasaron de 29 a 87 en el lapso de 1928-9 a 1931-2, y los de matrícula libre de 172 a 563.

El paso de la Monarquía a la República coincidió con un fuerte empuje de la demanda educativa, causa y consecuencia de los cambios vividos por la España del momento. Todo ello se apreció de forma visible en los presupuestos del Instituto, del que las inscripciones eran una sustanciosa fuente de ingresos. De 1929-30 a 1931-2, los ingresos pasaron de 3.717´17 a 9.408´75 pesetas, y de 1.426´90 a 6.008´35 los gastos.

Las 1.206 inscripciones a 5 pesetas se convirtieron en la fuente principal de ingresos del Instituto, que pudo invertir más en las necesidades educativas del Centro. El remanente se distribuyó entre los profesores para mejorar sus haberes, la llamada nominilla. No olvidemos que eran tiempos de estrechez económica, marcados ya por una coyuntura depresiva. El 6 de agosto de 1931 el ministerio expuso que según el Real Decreto del 7 de mayo de 1928 los comisarios regios percibieran la gratificación de 2.000 pesetas anuales, lo que también habían cobrado los directores (con la condición de catedráticos de los mismos centros) que los sucedieran, en clara desigualdad con otros directores. Sin embargo, desde el 1 de septiembre la gratificación bajó a 350 pesetas y la de los secretarios a 275.

La junta económica del Instituto se encargó de gestionar el patrimonio económico. Todavía a 27 de junio del 31 se transfería la cantidad de 1.150 pesetas por conducto del Instituto de Alicante, en su cuenta del Banco de España, al ser el Centro donde el anterior comisario regio tenía la plaza de catedrático.

El Instituto de Requena se encontraba bien pertrechado para la nueva etapa.

Fuentes.

ARCHIVO HISTÓRICO IES UNO DE REQUENA.

Carpeta de documentos de entradas de 1928 a 1934.

Carpeta de documentos de salidas de 1928 a 1934.

Libro de actas de las sesiones celebradas por el claustro de profesores desde el 22 de octubre de 1928 al 21 de septiembre de 1950.

Libro de actas de la Junta Económica del 29 de noviembre de 1928 al 12 de enero de 1937.

LA LABOR EDUCATIVA DE 1931 A 1932.

El Estado reformista republicano.

El Bienio Reformista de la II República, ciertamente intenso, tuvo lugar verdaderamente entre 1932 y 1933, cuando el nuevo Estado se puso en marcha, una vez aprobada la Constitución del 31. Las flamantes autoridades comenzaron a ejercer sus funciones, y el 25 de enero de 1932 el Ministerio de Hacienda solicitó al de Instrucción Pública el inventario general de edificios públicos y solares a fecha del pasado 31 de diciembre, a través del rectorado.

La política laicista se concretó en nuestro caso a propósito de la enseñanza de la religión, que desapareció de los planes de estudio. El 23 de marzo de 1932 se dio cumplimiento al Decreto del 12 de aquel mes para no causar problemas de calificación a los alumnos de la suprimida asignatura de religión

El 19 de noviembre de 1933 se celebró la primera vuelta de las segundas elecciones generales de la República, y ese mismo día se recibió circular sobre la documentación de pago de los haberes del personal de sustitución de la enseñanza religiosa. Fueron momentos de cambio, que en el caso del Instituto de Requena se materializó en un deseo de renovación ciertamente apreciable.

La preocupación por disponer de un Instituto a la altura.

El Instituto había sido un anhelo de la sociedad de Requena y su municipio se había interesado vivamente por su suerte, con independencia de la dotación presupuestaria que se pudiera asignar de manera más concreta en un momento dado. Tanto los profesores como los alumnos laboraron para que el Centro pudiera ofrecer todos los estudios de secundaria entonces en vigor. Su situación definitiva, por ende, preocupaba antes de recibir la consideración legal de Nacional por el gobierno republicano. Con el nuevo régimen, se suprimió el 7 de agosto de 1931 el Plan Calleja de Bachillerato y se restableció el Plan de Estudios de 1903. La Enseñanza Secundaria se estructuraría finalmente, por el Plan del 29 de agosto de 1934, en dos ciclos, el de la prolongación de la primaria (de 12 a 15 años) y el de la preparación a la Universidad (de 15 a 18).

La creación en 1932 de una sección preparatoria de ingreso tuvo el objetivo de tender un puente didáctico e institucional con los niveles superiores de la enseñanza primaria, en línea con las modernas experiencias hoy en funcionamiento. Desde este punto de vista, el Instituto pretendía ser el receptor de los jóvenes de la tercera infancia para acompañarlos hasta las puertas de la edad adulta.

Las cifras de alumnos matriculados acreditan no solo la consolidación del Instituto, sino también la necesidad de ampliar el abanico de la oferta educativa, con un significado incremento del número de matriculados de régimen libre (algunos de ellos procedentes de los anteriores colegios religiosos). El total de matriculados pasó de los 650 a los 902 de 1931-2 de 1933-4.

Disponer del personal más apropiado no resultó fácil, como aconteció con la plaza de ayudante de la sección de Letras, cuyo único aspirante Manuel López Vives se alzó con la misma el día 15 de febrero de 1932.

La prosecución de unas buenas prácticas.

El profesorado que impartió clases de secundaria durante este período histórico no partía de cero, precisamente, ya que entre finales de la Dictadura de Primo de Rivera y el amanecer de la república se había trabajado interesantes puntos de organización académica y de dotación de ayudas a estudiantes dentro de un espíritu de autonomía de Centro bajo la supervisión del Rectorado de la Universidad de Valencia (más específicamente desde su Junta de Gobierno), que entonces ejercía funciones hoy encomendadas a la Inspección. Entre muchos catedráticos afines a la República, aquélla se encontraba asociada al afán de control de la Dictadura.

Examinar a finales de la primavera a muchos alumnos libres, residentes en otras localidades a lo largo del curso, suponía un problema no menor para una Requena que literalmente se quedaba pequeña. Las dificultades para encontrar alojamiento obligaban a escoger con tiento la fecha exacta de los exámenes finales. A la discreción del director al respecto se recurrió cuando el 18 de mayo de 1932 se organizó el cuadro de profesores de los distintos tribunales examinadores.

Es bien sabido que la II República no advino en un momento económico propicio, precisamente. Aunque durante un tiempo se ha discutido del impacto exacto del Crack del 29 en España, lo cierto es que la Gran Depresión terminó afectando a la economía española, con algunos sectores muy orientados hacia la exportación pese a la importancia de las tarifas arancelarias coetáneas. La viticultura de nuestra comarca, atenta desde hacía décadas al mercado, encajó un severo golpe y se planteó una aguda crisis del trabajo o paro de muchos trabajadores agrícolas, con incidencia en el consumo y en los negocios.

La suerte de muchas familias no resultó indiferente al profesorado del Centro, que tuvo una actitud muy machadiana al preocuparse no solo de qué estudiaban sino también que comían sus estudiantes. La matrícula gratuita, libre de tasas ciertamente caras, de los alumnos oficiales o de los que seguían estudios completos durante el curso en el Instituto se abordó en claustro de 4 de septiembre de 1932.

El 28 del mismo mes ya se hizo saber que serían 11 los beneficiarios del primer curso, 3 los del segundo, 1 del tercero, 3 del cuarto y otros 3 del quinto. A estos veintiún estudiantes se sumaron el 7 de mayo de 1933 otros treinta y dos a beneficio de un curso o del número equivalente de asignaturas (casi un precedente de los modernos créditos). Se les exigió no tener papeletas de examen devueltas en blanco, pues se consideró la beca igualmente una gratificación del esfuerzo académico. De un muchacho como José García Valero, beneficiario de la medida, se destacó con admiración su reconocido amor al estudio, parejo a su carencia de medios.

El 10 de octubre de 1933, en los umbrales de un nuevo curso, se concedió matrícula gratuita a 8 estudiantes en el primer curso, a 10 en el segundo, a 8 en el tercero, a 2 en el cuarto, a otros 2 en el quinto y a 2 más en el flamante sexto curso, ya impartido en el Centro. Se habían alcanzado los veinticuatro becados, con personas posteriormente tan significadas como la alumna de 1º Pilar Piqueras Martínez y el alumno de 3º José Martínez Guerricabeitia. Pilar militaría más tarde en las Juventudes Socialistas Unificadas, y secundaría a Carmen Monteagudo en 1938 en la secretaría del comité de Requena de la Agrupación de Mujeres Antifascistas. José, originario de Villar del Arzobispo, se convirtió con el tiempo en uno de los creadores de la totémica editorial Ruedo Ibérico. Fue hermano del afamado filántropo y coleccionista de arte Jesús Amor, otra figura destacada de la cultura española del siglo XX que también estudió en el Instituto de Requena.

Novedades en la pedagogía y en la camaradería.

La comunidad educativa, plasmación clara de la convivencia del Centro, se hizo especialmente visible cuando el 4 de septiembre de 1932 los estudiantes de cuarto curso tomaron la iniciativa de reclamar de las autoridades educativas los estudios de quinto con la aquiescencia del director Luis María Rubio Esteban.

La puesta en marcha de una sección preparatoria de ingreso entrañó la necesidad de un espacio didáctico dotado con el material correspondiente, a mitad de camino entre la sala de exámenes y el gabinete de estudios prácticos.

La clave estaba en practicar, más allá de teorizar, y el 9 de diciembre del 32 se recalcó en el carácter práctico de la enseñanza para que rindiera verdadera utilidad a los alumnos, sin estar reñida con su amenidad: un planteamiento muy ciceroniano que fue puesto en boga por la Institución Libre de Enseñanza. Las excursiones fueron algo más que meros paseos de esparcimiento juvenil, y las propuestas para el primer trimestre del curso 1932-33 se orientaron a un conocimiento más preciso, más sobre el terreno, de las principales fábricas de Requena, en particular a las de harina. Las excursiones se realizaban los sábados por la tarde e incluían ejercicios de geografía, ciencias naturales o matemáticas. Como la localidad se quedaba pequeña, el director del Instituto propuso el 7 de mayo de 1933 una gran excursión a Zaragoza y Barcelona para conocerlas mejor y visitar museos, a cargo de los profesores de Literatura y Dibujo, y colaboración de la Junta Económica del Centro. El gusto por las actividades al aire libre también llevó al desarrollo de los campos de deporte, bajo la supervisión de la ayudantía de Educación Física.

Los lazos de camaradería profesional y de reconocimiento a la labor ejercida fueron más que evidentes a propósito de la cálida bienvenida tributada el 28 de septiembre de 1933 a los profesores Almeida y Chousa, que a su vez no tuvieron inconveniente en que prosiguieran en ejercicio los responsables de los cargos directivos.

Más allá de las aulas.

Durante aquellos años, el Instituto manifestó un claro interés por lo sucedido más allá de su ámbito más estricto. Debido al siniestro acaecido en la Universidad de Valencia se acordó el 18 de mayo de 1932 la contribución de dos días de haber por los claustrales, además de la voluntaria de los alumnos. A 11 de julio el rector agradeció la aportación de 656 pesetas. No era una suma baladí, cuando el Instituto padecía carencia de sillas, mesas y de una instalación adecuada de alumbrado, difíciles de subsanar por los problemas económicos del Ayuntamiento.

Sin embargo, la mayor aportación que podía efectuar el Instituto era la del conocimiento. El profesor Jesús de la Peña impartió conferencias divulgativas sobre la Constitución republicana, orientadas especialmente a los obreros. La Biblioteca del Centro se convirtió en popular igualmente, y se insistió en la enseñanza de las Ciencias Naturales y la Agricultura como útiles para la vida local.

La política, por ende, entró en la dinámica del Centro. El 28 de octubre de 1933 se permitió la asistencia de profesores y alumnos al homenaje a la memoria de Blasco Ibáñez que tendría lugar en Valencia los días 30 y 31 del mismo mes, que serían declarados no lectivos. A 15 de noviembre se suspendieron las clases del 16 al 20 en el distrito universitario de Valencia por el periodo electoral, un proceder que al final no siguió la dirección del Centro. Hoy en día pueden parecer medidas extremadas, pero España vivía unos momentos muy especiales, los de un cambio social y político que al final descarriló.

Fuentes.

ARCHIVO HISTÓRICO IES UNO DE REQUENA.

Carpeta de documentos de entradas de 1928 a 1934.

Carpeta de documentos de salidas de 1928 a 1934.

Libro de actas de las sesiones celebradas por el claustro de profesores desde el 22 de octubre de 1928 al 21 de septiembre de 1950.

Libro de actas de la Junta Económica del 29 de noviembre de 1928 al 12 de enero de 1937.

LA ELEVACIÓN A LA CATEGORÍA DE NACIONAL.

Un tiempo convulso.

En las elecciones del 19 de noviembre de 1933, las primeras en la Historia de España en las que pudieron votar las mujeres, los partidos del centro y de la derecha se impusieron a los de izquierda. La formación que más escaños logró fue la CEDA, confederación considerada contraria al régimen republicano por muchos. En vista de ello, el presidente de la República Alcalá-Zamora encargó la formación de gobierno a Alejandro Lerroux, el veterano político radical que había ido suavizando sus actitudes a lo largo de los años. El 19 de diciembre se formó el nuevo gobierno, con siete miembros del Partido Radical y otros pertenecientes a otras formaciones centristas, como Filiberto Villalobos, del Partido Liberal Demócrata procedente del Partido Reformista, que se hizo cargo del Ministerio de Instrucción Pública, entonces encarado a la compleja sustitución en muchas localidades de los colegios religiosos por otros laicos con la asistencia municipal. Gil Robles, el dirigente de la CEDA, optó por el momento por apoyar parlamentariamente al nuevo gabinete, que se quiso presentar como el de todos los españoles, aunque pronto tuvo que enfrentarse a la oposición anarquista.

Entre ambas fechas, se fueron aplicando en el Instituto de Requena algunas de las medidas dispuestas por las autoridades republicanas, como la del pago al personal de sustitución de la enseñanza religiosa o de limitación de la condición de periodista a los que tuvieran el carnet profesional del trabajo industrial de artes gráficas, pues algunos profesores ejercían sus dotes más allá de las aulas. El rector de la Universidad de Valencia Juan Bautista Peset, profesional de la medicina que militaba en Izquierda Republicana, envió sus salutaciones al Instituto, entonces dirigido por Luis María Rubio. Juan Grandía se encargaba de su secretaría.

Las autoridades educativas se mostraron celosas. El 22 de febrero de 1934 el subsecretario pidió la matrícula de alumnos del Centro, el 13 de marzo el Consejo Nacional de Cultura devolvió a un profesor un programa (con las enmiendas en lápiz rojo), y el 10 de abril se instó a celebrar en el Instituto la fiesta nacional del advenimiento de la República. Desde el rectorado se encareció que el director y los profesores participaran en el acto solemne de la Universidad. Las conmemoraciones de la proclamación del régimen republicano venían acompañadas de una fuerte polémica religiosa, al estar próximas las celebraciones de Semana Santa. El Ayuntamiento de Requena prohibió expresamente el 29 de marzo la procesión de los Pasos, y la noche del 23 de abril tuvieron lugar varios incidentes vandálicos, según José García Tomás.

El Partido Radical tuvo la voluntad de ser el referente de la mayoría de los españoles e intentó practicar una política conciliatoria. El 25 de abril propuso desde el Ministerio de Instrucción Pública una ley de amnistía para los estudiantes y los Centros sometidos a los consejos de disciplina del director o del rector universitario. Lo cierto es que cosechó críticas de unos y otros.

Requena padecía entonces una serie de notables dificultades socio-económicas, derivadas de la llamada crisis del trabajo, el paro. En muchos casos no se pagaba a los braceros el jornal medio de cuatro pesetas, cuando lograban una colocación eventual. Las bodegas cooperativas de los modestos propietarios y aparceros solo obtenían seis reales por cada arroba de uva, y no se conseguía vender el trigo ni a precio de tasa. La ruina de muchos engrosó la lista de pobres de solemnidad. Fugazmente, se confió en que las obras públicas de la Electra del Cabriel y de la iluminación de las aldeas dieran la ansiada colocación a más de un trabajador. Muchas familias no pudieron enviar a estudiar a sus hijos al Instituto, a pesar de las exenciones de los derechos de matrícula acordadas por su claustro. Para la convocatoria de junio de 1934 se estableció la gratuidad de un máximo de cinco asignaturas por alumno con papeletas no devueltas. En estas difíciles circunstancias llegó el decreto del 6 de agosto, que establecía institutos nacionales y elementales, incorporando en los segundos los locales como el de Requena.

La situación política española se complicó notablemente a partir del primero de octubre, cuando la CEDA retiró su apoyo parlamentario al gobierno del radical Samper. Aquella formación consiguió tres ministerios el 4 de octubre, lo que fue interpretado por formaciones como el PSOE como un intento en toda regla de conculcar la República por dentro, al modo de la República de Weimar por los nacional-socialistas de Hitler. Del 5 al 19 del mes se desarrollaron distintos acontecimientos revolucionarios, especialmente importantes en Asturias y Cataluña, que terminaron con la derrota de las fuerzas izquierdistas. La suscripción del Ayuntamiento requenense a la campaña de asistencia a las víctimas del movimiento revolucionario no evitó que fuera acusado de falta de colaboración por el gobernador civil.

Tales hechos perturbaron el comienzo del curso 1934-35. A 18 de octubre la apertura de las clases era deseable, pero el rectorado lo dejó al buen criterio del director. Aunque el 6 de noviembre se anunció la constitución de la Asociación Provincial de Padres de Estudiantes de Institutos, para colaborar con los claustros de profesores en la enseñanza, el 12 del mismo mes el rectorado de Valencia ordenó la clausura de los locales ocupados por asociaciones de estudiantes sin carácter científico, con protección de los docentes.

En la nueva situación política, se tomaron varias disposiciones relativas a símbolos públicos y personal docente. El 13 de noviembre se aprobó el calendario festivo con vistas a evitar la disparidad local en un tiempo en que se había suspendido el Estatuto de Autonomía catalán, con fechas como el 7 de octubre (día del Ejercito) y el 12, el de la Raza. Se mantuvo el 1 de mayo como Fiesta del Trabajo. El 17 de noviembre se instó a no conceder permisos ni licencias al personal docente sin previa autorización del subsecretario. El 28 de diciembre se animó la contribución a la reconstrucción de las bibliotecas ovetenses dañadas por la Revolución. En aquel momento, el Instituto de Requena atesoraba en su biblioteca unos 780 volúmenes, que contenían 1.432 obras a disposición de profesores y alumnos. Se calculó en 5.680 el promedio anual de lectores, con 480 horas abiertas, algo que no resultó sencillo de conseguir.

Los medios económicos del Instituto.

Desde comienzos de 1934, se exigieron desde el Ministerio una serie de datos para conocer mejor la situación del Centro. El 22 de febrero el subsecretario pidió la matrícula de los alumnos, el 17 de mayo información acerca de los incorporados en el curso al centro, con expresión de circunstancias especiales que se estimen oportunas, y el 25 de mayo se requirió por circular los datos más precisos del curso de 1932-33 en punto a matrícula, instalaciones (biblioteca pública, biblioteca para profesores y alumnos, campos de experimentación, museos y talleres) y presupuestos.

De resultas de ello, el 12 de julio de 1934, en el azaroso verano de aquel año, se elaboró un completo presupuesto, que nos permite seguir con gran nitidez tanto las fuentes de ingresos como los dispendios del Instituto del curso que acababa de finalizar. Se diferenció entre los ingresos y gastos directamente dependientes de la gestión del Centro, en un régimen de relativa autonomía económica, y los correspondientes al Estado.

Entre los primeros, de los ingresos constaban 1.620 pesetas por servicios de educación (a razón de 15 pesetas cada uno), 1.566 por las matrículas oficiales (a razón de 3), 12.357 por las matrículas libres (a 3), 10.447 por formación de expedientes (a 2´50), 20.895 por las inscripciones de alumnos libres (a 5), 7.380 por el cobro de los repasos voluntarios (a 10 pesetas mensuales), 1.467 por los expedientes de ingreso, y 5.500 por la expedición de los títulos de bachillerato elemental. En total, las distintas cantidades sumaban 61.232 pesetas.

En los gastos no se hizo constancia de ningún dispendio de oficina o mantenimiento. Los servicios de cultura (como la excursión que recorrió Valencia, Tarragona, Barcelona y Zaragoza) supusieron 4.933 pesetas, las exenciones de matrículas y certificaciones 23.147, y las gratificaciones y pagos de permanencias al profesorado 7.380: en suma unas 35.460 pesetas.

El balance arrojaba una diferencia a favor del Centro de 25.772 pesetas, que añadido al saldo de 20.664 constatado por la Junta Económica del Instituto marcaba un activo de 46.436.

Se deben añadir las cantidades resultantes de la gestión directa del Estado, como ya hemos dicho. Los ingresos se engrosaron con las 4.080 pesetas de los derechos de matrícula oficial, las 50.072 de la no oficial y las 6.007 de timbres y pólizas, lo que hacía un total de 60.159. En teoría con tales medios se deberían atender los gastos de la consignación presupuestaria del profesorado (32.856 pesetas) y para el personal administrativo (4.000). En este caso, el balance también era positivo, de 13.216 pesetas.

En aquella España marcada por el impacto de la pésima coyuntura económica de los años treinta no era poco, aunque después los réditos se distribuyeran de manera desigual entre los distintos trabajadores de la enseñanza. El 19 de octubre del 34 los profesores Grandía, Navas y Chousa consiguieron el ascenso de 500 pesetas por el quinquenio vencido el 17 de octubre del 33. Sin embargo, el bedel Mario Montés García no logró ver aumentado el 7 de noviembre su insuficiente salario anual de 1.350 pesetas al depender del Ayuntamiento. La corporación municipal había presupuestado en noviembre del 32 un gasto anual de 355.332 pesetas, destinándose 135.751 a atender las obligaciones generales, cuando la imposición local solo alcanzaba las 222.405.

En la contabilidad se aprecia la voluntad de los gestores de cuadrar el balance. No se incluyó ninguna estimación del montante de las obras de acondicionamiento entonces requeridas por el Instituto, aunque el 23 de septiembre de aquel mismo año se hizo expresiva la queja de la dirección por la falta de transferencias municipales para emprender su realización. En distintas partidas se puede apreciar la importancia del régimen de matriculación libre, lo que se revalida cuando seguimos los datos de los inscritos en el Instituto. La matrícula total descendió de 946 a 388 alumnos ente 1932-2 y 1934-5, aunque la oficial se mantuvo entre los 107 y los 111.

En estas circunstancias, la puesta en marcha del Instituto Nacional Blasco Ibáñez de Valencia supuso un serio contratiempo. A 14 de septiembre habían solicitado traslado de matrícula unos 160 alumnos en virtud del decreto del 26 de julio y de la orden ministerial del 23 de agosto. El 28 de julio se decretó la supresión de la matrícula libre.

La laboriosa consecución de la categoría de Nacional.

Tanta solicitud de datos por parte del Ministerio dimanaba del deseo de impulsar en un momento político difícil la reforma educativa del plan de estudios del 29 de agosto de 1934, que vino precedida en el Instituto de Requena (no considerado inicialmente Nacional) de una situación complicada.

Las labores de los tribunales examinadores de enero de 1934 no presentaron dificultades, pero sí los de junio del mismo año, antecedidos por el anuncio del 30 de mayo de nombramiento de los catedráticos numerarios que presidirían los exámenes de los alumnos libres. El primero de junio el director del Instituto de Teruel anunció su llegada, así como el catedrático de Albacete Berraondo. Aquél sostuvo a 16 del mes que tales exámenes podían verificarse en los Institutos de las localidades de residencia de los alumnos, dadas las dificultades económicas y de alojamiento de muchos de los mismos. Las discrepancias entre los presidentes de tribunal y el director del Instituto de Requena no se solucionaron al criterio de los primeros. En la controversia, el director Rubio tuvo al lado al rector de la Universidad de Valencia y al claustro de profesores, pero el incidente había evidenciado los problemas de hospedaje de la localidad, en vísperas del decreto del 6 de agosto que diferenciaba entre Centros nacionales y elementales. El período vacacional se presentó complicado para un agotado Luis María Rubio.

La inquietud por el estado en el que iba a quedar el Instituto de Requena a raíz de estos cambios legales se evidenció en el pleno municipal del primero de agosto de 1934, en el que los concejales José Berzal, Eugenio Cabanes, Leopoldo Pérez y José Cobo hicieron la siguiente proposición:

"Los concejales que suscriben en nombre propio y en el de toda la minoría de la Derecha Agraria Republicana, considerando de suma trascendencia los efectos que en nuestro primer Centro docente, el Instituto, ha de producir el Decreto del Ministerio de Instrucción de fecha veintiocho de julio del año corriente, relativo a la reforma del Bachillerato, dejándolo reducido a cumplir necesidades exclusivamente locales, que aun consideramos incompletas, suprimiendo en absoluto la matrícula colegiada y libre, y privando así la libre iniciativa personal o conveniencia económica de quienes en definitiva tienen el mejor y más legítimo derecho para elegir la dirección y formación pedagógica de nuestra juventud, aparte de que como contribuyentes les podría corresponder para solicitar las mayores ventajas en su servicio público que empiezan por pagar y sostener, y que sin duda razones de orden profesional que encierran en definitiva defensa de intereses del profesorado, cuya legitimidad no ponemos en duda, hace que se tenga muy poco en cuenta la importancia de la Central de Enseñanza en sí, y que no se premien como es debido los esfuerzos realizados por las poblaciones conscientes de los deberes que la expansión de la cultura patria impone, dándose el caso de que por las circunstancias de tener Requena núcleos importantes de población separados de la misma por algunos kilómetros, pero que forman con nuestro casco de la Ciudad su personalidad oficial haciendo de ella una población de primera categoría, ni aun siquiera los hijos de nuestros propios contribuyentes a la Caja Municipal podrían encaminarse en su Instituto de la localidad a cuya celación, sostenimiento y engrandecimiento han contribuido y contribuyen, sino soportando el sacrificio económico, el que no hay justificación que supone el que tenga que trasladar el domicilio para realizar los estudios como alumnos oficiales.

"Estos inconvenientes y perjuicios evidentes que de ninguna manera licencia la conducta siempre loable del Ayuntamiento de Requena a través de todas las representaciones políticas que ha tenido desde la creación del Instituto, ni por los sacrificios de orden económico que ha venido, viene y está dispuesto a realizar, entendemos pueden ser evitadas consiguiendo la confirmación oficial de lo que hasta hoy resultaba una aspiración de relativa facilidad a pesar de las promesas que a Requena se le dieran por quienes estaban en condiciones de poderlas cumplir; las circunstancias en que nos coloca el mencionado Decreto, obligan necesariamente por decoro propio, por el prestigio de nuestra Ciudad, y por razones de índole cultural, y si se quiere aun comercial, a tomar una decisión urgente y actuar en relación a la misma solicitando a los Poderes Públicos que nuestro Instituto sea declarado Nacional."

Aprobada la misma por el pleno, se designó ese mismo día una Comisión, formada por el alcalde y por los concejales García Tomás y Armero Iranzo, para que se trasladara a Madrid a tratar la cuestión. El 23 de septiembre se dio cuenta de las gestiones al claustro del Instituto. A un cansado Luis María Rubio se le aceptó la renuncia a la dirección, no querida por el resto de compañeros, al día siguiente. Hasta el nombramiento oficial, el 1 de diciembre, como director de Juan Grandía, se hizo cargo de la responsabilidad el profesor de Geografía e Historia José Navas.

Con el nuevo año de 1935, prosiguieron las gestiones a favor del logro de la categoría de Nacional. El 11 de enero se formó una nueva Comisión integrada por el alcalde, el diputado a Cortes Oria, el profesor Rubio, el secretario y también profesor Chousa y varios representantes de las fuerzas vivas de la Ciudad para ir a Madrid. Aunque a 13 de febrero se notificó la buena acogida del subsecretario Mariano Cuber a sus peticiones, el 7 de marzo se acordó que el mismo Luis María Rubio, con enorme ilusión, se volviera a trasladar a la capital para acelerar los trámites. Tras la designación de una nueva Comisión el 4 de abril, cuatro días después se pudo cantar victoria:

"El señor Rubio dio cuenta del feliz resultado de sus gestiones en el Ministerio relativas a la elevación a nacional del Instituto. Dice que tropezó con tenaces resistencias en ciertos organismos mal informados, pero que pudo vencerlas merced a la decisiva intervención del ilustrísimo señor subsecretario del Ministerio don Mariano Cuber y Sagals, quien por conocer personalmente la afortunada actuación de este Centro y por tanto la justicia de la pretensión se puso resueltamente en todo momento al lado del señor Rubio, dando por resultado la orden ministerial de 29 de marzo último que da merecida satisfacción a esta justísima aspiración de Requena y del claustro. Los asistentes felicitaron efusivamente al señor Rubio por el éxito alcanzado y a propuesta del señor Chousa se acordó otorgarle un expresivo voto de gracias y ofrecerle la medalla de catedrático como expresión de cariño y de reconocimiento por el entusiasmo y acierto con que supo llevar a cabo y coronar felizmente la importante y difícil misión que le fue confiada.

"Por igual motivo se acordó conceder asimismo un sentido voto de gracias al ilustrísimo señor don Mariano Cuber y que una comisión se traslade a Valencia con objeto de comunicarle este acuerdo y de expresarle la imperecedera gratitud del claustro por el tan merecido como señalado favor que dispensó a este Instituto."

En efecto, el 8 de abril de 1935 se sustituyó el nombre de la calle del Carmen por el de Mariano Cuber, cuando el 14 de marzo se había reconocido el derecho de las agustinas recoletas a ser enterradas en el cementerio de su convento. Con independencia de las agrias polémicas de la época, la condición Nacional del Instituto fue sentida como un triunfo para todas las gentes de Requena.

Fuentes.

ARCHIVO HISTÓRICO IES UNO DE REQUENA.

Carpeta de documentos de entradas de 1928 a 1934.

Carpeta de documentos de salidas de 1928 a 1934.

Carpeta de documentos de entradas de 1935 a 1942.

Carpeta de documentos de salidas de 1935 a 1942.

Libro de actas de las sesiones celebradas por el claustro de profesores desde el 22 de octubre de 1928 al 21 de septiembre de 1950.

Libro de actas de la Junta Económica del 29 de noviembre de 1928 al 12 de enero de 1937.

ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.

Libro de actas municipales de 1933 a 1935, nº. 2872.

VÍSPERAS DE LA GUERRA CIVIL.

El Instituto Nacional de Requena.

El 8 de abril de 1935 se agradeció vivamente a Mariano Cuber sus gestiones a favor de la declaración de Nacional del Instituto de Requena, un Centro plenamente asentado antes del comienzo de la Guerra Civil.

Por aquella época era uno de los contados Institutos de Bachillerato de los que disponía la provincia de Valencia. Entre sus matriculados en sus dos primeros cursos, para los que disponemos de la oportuna información, el 85% procedía de fuera de la comarca, particularmente de la extensa área de Valencia a Denia. En el curso 1934-35 se matricularon en Sexto 325 estudiantes en toda la demarcación provincial, dependiente del Rectorado de la Universidad, distribuyéndose entre los 197 del Instituto Luis Vives de Valencia, los 63 del Blasco Ibáñez también de Valencia, los 26 del de Gandía, los 16 del de Requena, los 15 del de Játiva y los 8 del de Alcira.

La apertura del Blasco Ibáñez mermó la matrícula del Instituto de Requena, que pasó de 902 a 388 del curso 1933-34 al 1934-35. La reducción fue especialmente sensible en la matrícula libre, con un descenso de 781 a 277 estudiantes. Sin embargo, en el curso 1935-36 la matrícula global creció a 408 alumnos, de los que 151 eran de régimen oficial, cuarenta más que los del curso anterior. La declaración de Nacional le había granjeado mayores preferencias de la sociedad comarcal. El Instituto acogió a personas de variada procedencia e intereses, como Océano Altolaguirre Aja, alumno del curso 1932-33, que pidió en 1935 la exención de los derechos diferenciales de las asignaturas conmutadas de la Academia Militar de Infantería de Toledo.

La cuestión no era nada baladí, pues desde el Rectorado se había denunciado a 21 de mayo de aquel año el incumplimiento en algunos Centros de las órdenes sobre matriculación de asignaturas incompatibles, de la admisión a los exámenes de alumnos en tales circunstancias, del ordenado traslado de matrícula, y del depósito correspondiente de título. La burocracia educativa, en sus distintos procedimientos, se iba consolidando en la España de la época, lo que permite a la historiografía disponer de importantes fuentes documentales.

Sus directrices sociales.

Desde su fundación, el Instituto de Requena se había preocupado de dotar de ayudas económicas en diverso grado a estudiantes con aptitudes carentes de los medios familiares oportunos, por lo que actuó como un verdadero agente de promoción social, y como alentador de procesos de mesocratización.

Aunque el tema de las matrículas libres se gestionaba desde la Secretaría del Instituto, a instancias del Claustro (y no procedentes de familiares desde el 12 de junio de 1935), en ocasiones se recibieron ofrecimientos externos nada menospreciables. El 29 de septiembre de aquel mismo año, el abogado y alcalde liberal de Valencia en 1910-11 Ernesto Ibáñez Rizo, en nombre del Partido Republicano Liberal Demócrata de Valencia (de tendencia centrista, y continuador del Partido Reformista de Melquiades Álvarez fundado en 1912), ofreció costear tres títulos de bachilleratos a alumnos del Instituto. Al final, los agraciados fueron María Company Soler y Antonio Cámara Fernández, pues el tercer puesto quedó desierto.

Desde las altas instancias, presionadas por la delicada situación financiera coetánea, no siempre se aprobó la generosidad de los Centros. Desde el Rectorado se había sostenido el 4 de junio del 35 que algunos de sus Claustros (sin citar los casos concretos) habían prodigado dinero a gentes sin preparación y sin la debida acreditación documental, aunque se sostenía a la par que en toda España todavía permanecían vacantes cuarenta y ocho becas.

La crisis del trabajo (el problema del paro) golpeaba a España, y algunos Institutos incluyeron en sus nóminas personal temporero, algo que fue atacado por el Ministerio de Hacienda desde el 28 de agosto de 1935, que también exigió las justificaciones de antigüedad por los ascensos reglamentarios.

Un centro técnicamente innovador.

Entre el 12 de julio de 1934 y el 15 de junio de 1935 los ingresos percibidos directamente por el Centro descendieron de las 61.232 pesetas a las 13.793 en términos redondos como consecuencia del citado descenso de la matrícula. Ello no impidió que se prosiguiera acometiendo la renovación de los medios de trabajo de oficina, cuando la mecanografía se imponía en la administración pública española. Se destinó la nada menospreciable suma de 360 pesetas para adquirir en el 35 una máquina Hispano-Olivetti, cuyo agente en Requena era entonces Gráficas Molina.

Además de emplear las líneas telegráficas, ya se hizo uso de las telefónicas para agilizar las comunicaciones, cuyo coste no era ciertamente pequeño para la época. En mayo de 1935 las dos llamadas por teléfono a Madrid costaron 9´45 pesetas, las dos a Valencia 5, otras dos a Utiel 1´10, una a Teruel 2´95 y otra a Albacete 1´50. En las transacciones con el Ministerio se recurrió a los servicios del Banco de Vizcaya especialmente.

El Instituto de Material Científico actuó a modo de un verdadero centro de recursos didácticos de Institutos como el de Requena, una vez percibidas las correspondientes ayudas semestrales. A 28 de octubre de 1935 el Departamento de Matemáticas recibió una cuantía de 306 pesetas, el de Física y Química (que impartía la asignatura de Agricultura, con diecinueve alumnos oficiales entonces) otras 300, el de Geografía e Historia 275 para diapositivas, y 200 con destino a la consecución de láminas de historia natural.

Las excursiones, dentro del espíritu de la Institución Libre de Enseñanza, prosiguieron, y el 12 de diciembre de 1935 se celebró el buen resultado de la de Sagunto, lugar de fuertes resonancias históricas y artísticas.

Las actividades de los alumnos.

El bachillerato, en sus distintas etapas, ha sido el puente entre la formación primaria, la de las primeras letras y nociones básicas, y la universitaria en sus diferentes variables. Junto a las actividades propiamente académicas, asociadas a las asignaturas, se desarrollaron otras de tipo social, que en ciertos sistemas educativos avanzados son conceptuadas de gran importancia para valorar la trayectoria estudiantil a la hora de acceder a la Universidad. Hoy en día se he hecho insistencia en la capacidad para emprender iniciativas, desde muchos ángulos, de los estudiantes, lo que los predispone y faculta para asumir responsabilidades sociales.

En el Instituto de Requena, las tradicionales fiestas de Santo Tomás cada 7 de marzo sirvieron a tales fines notablemente. De hecho, las fiestas de estudiantes, en los que por un día rompen los comportamientos habituales, son muy antiguas, y algunos estudiosos ya nos dan noticia de tales en la Babilonia del segundo milenio antes de nuestra Era, cuando los muchachos que se preparaban para el sacerdocio del dios Marduk se tomaban ciertas licencias, incluso con sus severos preceptores. En el fondo, no se trataba de conculcar el orden educativo, sino de acomodarlo circunstancialmente a los impulsos juveniles, más o menos refrenados. Tal costumbre pasó a otras civilizaciones, como la nuestra, que la acomodaron a sus cánones culturales más específicos.

En las fiestas de Santo Tomás del Instituto de Requena se procuró responsabilizar y hacer que los alumnos organizaran actividades como el baile y la función teatral, cooperando cada uno según su edad, bajo la supervisión de un docente. Los más pequeños vendían entradas, y los más veteranos representaban la función, cuya recaudación no nos consta que para aquel tiempo se dedicara al viaje de fin de estudios de cursos posteriores.

En las fiestas de Santo Tomás de 1935, iniciadas desde el primer curso del Instituto, las cosas fueron bastante bien, ya que se recaudaron las nada menospreciables 409´80 pesetas, con la que se pagó el alquiler del Teatro, las flores y otros elementos ornamentales, y la retribución a los bedeles. Como los dispendios ascendieron a 216´80 pesetas, los estudiantes gozaron de un buen beneficio aquel año, merecida recompensa a sus esfuerzos.

Las buenas relaciones con el Ayuntamiento.

Acondicionar las instalaciones del Instituto, alojado en aquel tiempo en las dependencias del antiguo convento del Carmen, no fue tarea fácil. Solo una simple reparación de cristales y bancos costó 195´50 pesetas, y 110 la de estufas, a cargo del Taller de José Corell (sito en la calle de San Agustín). Otra entidad local que participó en el mantenimiento del Instituto fue la Fábrica de Muebles de Manuel Gómez. Al fin y al cabo se amplió el armario de la Biblioteca y se construyó otro para la clase de matemáticas. La Comisión de Obras del Centro estuvo compuesta por los profesores Almeida, Pérez y Chousa.

Durante esta época se expresó el agradecimiento al alcalde-presidente José Berzal y al concejal Juan García por el apoyo municipal a las obras del Instituto. No obstante, al ser declarado Nacional, el Ayuntamiento retiró la retribución de los bedeles a partir del 1 de enero de 1936. Al encargarse de tal función el Ministerio, se publicó en la Gaceta de Madrid, el BOE de entonces, la disposición de tres plazas de bedeles en el Centro. Las buenas relaciones, por ende, no se enturbiaron, y un representante del Claustro actuó como juez de las oposiciones municipales de noviembre del 35.

Los condicionantes políticos

Por desgracia, las buenas relaciones no presidían a nivel general la vida de los españoles, en vísperas de una devastadora guerra civil. El Instituto de Requena no fue un oasis ajeno a los problemas del país, pero sí un espacio de cultura que desempeñó un actividad educativa apreciable.

La Revolución de 1934, especialmente significativa en Asturias y Cataluña, agrió considerablemente la vida pública española, y desde el Rectorado se pidió al Instituto dinero y libros para la reconstrucción del distrito de Oviedo. Cualquier negativa o incluso falta de atención hubiera sido considerada una grave falta por parte de las autoridades, cuando la CEDA había accedido finalmente al poder. El 9 de febrero de 1935 se contabilizaron 22 pesetas de donativo de los estudiantes de Primero, 21 de los de Segundo, 19 de los de Tercero, 15 de los de Cuarto, 5´75 de los de Quinto y 8 de los de Sexto. Los profesores aportaron 35 (a razón de 5 pesetas cada uno), y los docentes ayudantes numerarios 6, a 3 por persona. No obstante, el 3 de junio se volvió a insistir en la contribución.

Meses más tarde, cuando las clases del curso 1935-36 ya habían finalizado, se exigirían otros sacrificios de la comunidad educativa del Instituto de Requena, ya en tiempos de guerra.

Fuentes.

ARCHIVO HISTÓRICO IES UNO DE REQUENA.

Carpeta de entradas de 1935-42.

Carpeta de salidas de 1935-42.

Libro de actas de las sesiones celebradas por el claustro de profesores desde el 22 de octubre de 1928 al 21 de septiembre de 1950.

Libro de actas de la Junta Económica del 29 de noviembre de 1928 al 12 de enero de 1937.

TODO UN BALANCE DEL PERIODO: EL PATRIMONIO DOCUMENTAL DEL IES UNO DE REQUENA.

La educación es con toda razón considerada hoy en día un servicio esencial del Estado del Bienestar, que debe atender a las necesidades y aspiraciones de la ciudadanía para lograr una sociedad más cohesionada y un país más justo. Uno de los distintivos de las naciones actuales más avanzadas es su grado de implicación en la educación, que podemos medir a través de su inversión de fondos públicos y en los resultados alcanzados.

Con todos sus problemas, ciertamente considerables, la España de los últimos cien años ha realizado un considerable esfuerzo para ofrecer una enseñanza de la mejor calidad posible a las jóvenes generaciones, algo que ha conectado con el deseo de muchos padres de brindar un futuro mejor a sus hijos a través de la oportuna formación. Lejos quedaban los tiempos en los que se consideraba recluida a una minoría rectora, que no debía compartir sus secretos de sabiduría con los demás.

En España se registran hoy en día unos 4.019 centros de enseñanza secundaria públicos. Cuando se proclamó la II República en 1931 su número se reducía a 134. Uno de los mismos fue el actual IES UNO de Requena, fundado en 1928 dentro de una política de ampliación de la red provincial de centros de bachillerato.

Desde aquel año al actual ha llovido mucho en el mundo. Los historiadores han destacado la gran transformación social que se ha verificado durante este tiempo, en las que muchas mujeres y hombres se han acercado a un conocimiento científico cada vez más complejo. Costumbres y servidumbres han sido profundamente alterados. Para valorar el alcance de tal cambio, ciertamente revolucionario en relación a otros siglos, es muy necesaria la consulta de los documentos conservados en archivos como el histórico del IES UNO de Requena, un verdadero tesoro para todo aquel interesado por la Historia de la educación y la enseñanza.

El archivo contiene información de un extenso período cronológico y de una gran diversidad de temas, que en más de una ocasión deparan gratas sorpresas. Pocos centros de enseñanza de España pueden presumir de semejante acervo documental, en el que encontramos sustanciosas noticias de TODOS los protagonistas de la comunidad educativa.

De hecho, el Archivo Histórico del IES UNO de Requena dispone de muchos ejes temáticos, de los que se desprenden gran cantidad de detalles del mayor interés.

Su colección en materia de legislación general y educativa en particular desde 1927, un año antes de la fundación oficial del centro, es muy completa y se encuentra debidamente encuadernada.

El estudio de las instituciones rectoras de la educación secundaria en el Instituto, incluidas las actuaciones llevadas a cabo por la inspección, se puede seguir a través de las preceptivas Actas de la Junta Directiva y de las comunicaciones de entradas y salidas comentadas más abajo.

Se dispone de una completísima recopilación de documentos de entradas y salidas desde 1928, debidamente ordenados por años naturales, que nos permiten seguir las incidencias en materia de organización, personal, dotación económica y de material, orientación académica o traslados de matrícula con otros Centros españoles, por poner unos cuantos puntos de interés. Destaca por su enorme valor histórico los documentos del periodo de 1935-42.

Un aspecto más que notable es la conservación de un vasto fondo de expedientes de alumnos, que permiten ahondar desde el respeto a la confidencialidad individual en las circunstancias sociales y académicas de muchas generaciones de estudiantes, lo que nos permite acometer con garantías documentales y seriedad científica el estudio de la juventud española del último siglo, con todas sus permanencias y variaciones. Si seguimos la clasificación de expedientes de alumnos emprendida en los primeros momentos de funcionamiento del Instituto, y mantenida por indicación de don Juan Grandía, se deslinda:

-La sección primera u oficial, con cerca de 20.000 expedientes. Comprende a todos los alumnos que cursaron sus estudios de secundaria en el Centro.

-La sección segunda o de enseñanza libre abarca más de 3.100 expedientes. Se trata de todos los que se examinaron de determinadas asignaturas en el Centro y las prepararon en otro por circunstancias personales.

-La sección tercera o de alumnos que han solicitado traslado a otros Centros, generalmente el Luis Vives de Valencia, cuenta con más de 2.700 expedientes.

Los certificados médicos de los estudiantes, conservados desde 1928, fueron expedidos tras la oportuna revisión del profesor de Educación Física, al comienzo un profesional del mundo de la medicina, que valoraba al comenzar y al concluir el curso académico parámetros como la talla, la abertura de brazos, el peso, la circunferencia horizontal del cráneo, la circunferencia umbilical, la anchura biacromial, la capacidad pulmonar máxima o la presión de la mano derecha. Todo un hallazgo para los estudiosos de la medicina y de las condiciones físicas de la población española, susceptible de ser comparado con otros registros como los procedentes de las Cajas de Reclutamiento, que tan buenos resultados han deparado a la investigación.

Los resultados de los estudiantes por años académicos y por materias los encontramos en unos útiles e interesantes Libros de Calificaciones desde 1928, con asignaturas tan llamativas en los planes de estudio actuales como Interpretación de mapas y planos o Agricultura y técnica industrial.

Se ha conservado una notable colección de 754 Libros de Calificación Escolar de alumnos que no los recogieron en su momento por circunstancias muy suyas. Algunos de los mismos atesoran un elevado valor artístico que permiten acercarse a las ideas sobre la sociedad y la Historia españolas de las generaciones de la Postguerra.

Los depósitos de los títulos académicos se conservan en gran parte en libros como el referido a 1931-32. Más allá de la circunstancia individual contenida en cada título, estos documentos fueron revisados puntillosamente tras la Guerra Civil para que se acomodaran a las exigencias políticas y administrativas del régimen franquista, algo que brinda grandes temas de investigación a los estudiosos de aquella época.

Entre la oferta educativa conviene destacar la documentación del Bachillerato radiofónico de 1963-64, verdadera experiencia piloto de aquellos tiempos que prefigura la educación a distancia cada vez mejor servida por los contemporáneos medios informáticos.

Las circunstancias del profesorado (de titulares a agregados interinos) que ha impartido clases en el Centro, a veces personas tan ilustres como Matilde Moliner Ruiz, se consignan en sus expedientes profesionales, con sus actas de posesión y cese, la percepción de sus haberes según ley y otros detalles. Es de destacar la conservación de la documentación de solicitudes personales de plaza a profesor del curso 1976-77 por parte de distintos profesionales que presentaron su currículum y merecimientos académicos, indicativo de los procedimientos de selección del momento, la valoración de la profesión docente y la consideración del Instituto.

La documentación del personal de servicio del centro, el administrativo y el de mantenimiento, se conserva en una serie de carpetas, especialmente ilustrativas las de las décadas de 1950 y 1960. La consignación de sus condiciones laborales en materia de horario, obligaciones y haberes a percibir, junto a la presencia de puntos de su vida familiar como lo relativo a las pensiones de viudedad, posibilita el acercamiento a un grupo sin el que los centros de enseñanza no funcionarían debidamente.

El apartado de régimen económico es tan fundamental como rico en variedad documental, desde el momento mismo de la fundación del Centro. Se conservan las Actas de la Junta Económica, las cuentas corrientes, los ingresos percibidos de los alumnos, los registros de tasas ayudas familiares, los capítulos de gastos, no pocos presupuestos anuales, los Libros de Caja y de materiales. De todo ello se podría decir mucho y bueno, pero en aras de la síntesis podemos destacar tres aspectos por su interés particular:

-Las tareas de la gestión económica nos acercan a la voluntad de trabajo de los responsables del Centro, además de seguir las incidencias coyunturales y valorar las cuestiones estructurales.

-La política de dotación de becas, a veces consistentes en la exención de tasas académicos, es muy ilustrativa de la política e inquietud social de cada momento histórico en concreto.

-La conservación de una gran cantidad de facturas nos posibilita seguir el mantenimiento material del Instituto, una tarea ardua más de una vez, y conocer la vida económica de la Requena coetánea. Para la sociedad local, encabezada por el Ayuntamiento, el Instituto siempre fue un timbre de gloria y algo tan necesario para el progreso ciudadano como el agua de mayo para los labradores.

No en balde, en el Archivo Histórico del IES UNO se conserva a título de inventario una buena cantidad de material de oficina y artístico en forma de láminas y cuadros, del que podemos destacar un aparato de radio de la empresa Telefunken de antes de la Guerra Civil.

Pocos Centros de Segunda Enseñanza y pocas localidades de nuestra extensa geografía cuentan con una joya de tal magnitud, algo de lo que podemos sentirnos orgullosos los trabajadores y usuarios del IES UNO y los vecinos de Requena.

REQUENA Y SU HISTORIA
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