LA NUEVA REQUENA HIDROLIBERAL.

06.11.2023

Por Víctor Manuel Galán Tendero.

Las ideas del liberalismo económico.

El siglo XIX es el del liberalismo, toda una cosmovisión que abarcaba distintas tendencias. La libre iniciativa se presentaba como la palanca natural para conseguir el crecimiento económico, capaz de garantizar en términos materiales la felicidad humana. Desde finales del Antiguo Régimen, distintos propietarios agrarios requenenses habían defendido su libertad en el uso de sus bienes frente a las instrucciones de las autoridades de Marina para que plantaran árboles. Las desamortizaciones reforzaron esta disposición, que no necesariamente se extendía a lo político, pues la defensa de la soberanía nacional y de una mayor participación cívica era harina de otro costal.

La Requena de finales de la primera guerra carlista necesitaba una verdadera reconstrucción. Con una población empobrecida, una sedería en horas bajas y una agricultura todavía muy dependiente de la producción de cereales, se requerían nuevos incentivos de producción. La reforma de la gerencia, distribución y tenencia de las aguas de regadío fue un aspecto fundamental de tal empresa.

Una nueva organización pública.

En 1838 se estableció la junta de riegos de la vega de Requena, encargada de la nueva ordenación hidráulica. El jefe político de la provincia de Cuenca, Antonio de la Escosura, inspeccionó su huerta, que calificó con alborozo de hermosa. Se interesó por la distribución de sus aguas entre los regantes, que no se hacía generalmente por horas al modo de las huertas de Valencia, Murcia y Granada. En las áreas de la huerta requenense donde sí que se distribuía de esta forma, se efectuaba el riego cada quince días, en lugar de cada siete. La conclusión es que sobraba agua, requiriéndose en consecuencia una nueva ordenación.

Los primeros trabajos de acondicionamiento de la junta.

Bajo la alcaldía de Eusebio Pérez, el 1 de diciembre de 1838 se emprendieron. Desde los tiempos del Antiguo Régimen, se canalizaba el agua de las fuentes a través de los brazos que regaban las tahúllas por tandas. De la acequia principal partían distintos brazuelos. Entonces se instó a evitar todo acto de mala fe, como privar a otros de su agua de riego. Las labores continuaron hasta bien avanzado febrero de 1840, con alegaciones de Andrés Ferrer de Plegamans. Se abrieron nuevos canales, se habilitaron cinco balsas para cocer las hilazas y se llegó a restringir en julio de 1841 a una legonada diaria por cada tanda de riego.

Algo más que los rigores estivales.

Las restricciones de regadío, más allá de factores climáticos, favorecieron un paso revolucionario en la tenencia del agua. El 22 de agosto de 1841 se acordó sobre las aguas de Rozaleme que el propietario de una tanda que quisiera vender su agua correspondiente transmitiera también su preferencia en el turno. En nuestro caso, el liberalismo defendió la separación de la propiedad de la tierra de la del agua, algo ya consagrado en otros puntos de la Península desde la Edad Media.

El 23 de enero de 1842 se establecieron dos regantes como peticionarios. Aunque se impuso la disciplina del reloj, se declaró la libertad de riego de los propietarios. Se impusieron tres cuartos de real por cada hora de riego, doce cuartos por taula de caballonada y dos reales por los barbechos y las criadillas o patatas. Los que causaran daños debían responder con intereses. En 1849 se valoró en diez reales los daños en media tahúlla, ocho por cada tabla y media de criadillas, y seis por dos celemines de cáñamo. Además, el perito percibía por cada denuncia seis reales y dos más el alguacil.

Los acequieros custodios.

Para preservar y gestionar el sistema, se designaron distintos acequieros. El del Regajo fue Nicolás García Izquierdo, Marcos García de Fuencaliente, Andrés Ramos de la fuente del Judío, Pedro Ferrer de Reinas y Miguel Toledo de Rozaleme. La junta de riegos, asimismo, disponía de sus peritos y su depositario de multas.

Escollos a sortear.

La reordenación del regadío requenense no resultó sencilla. El 24 de febrero de 1842 la fuente del Pino no tuvo postor. En fecha mucho más tardía, un 17 de agosto de 1848, se procedió a acometer el riego por horas y tanda. Además, la acequia del llamado pedazo de los muertos padecía de estancamiento de las aguas, por lo que debía profundizarse. El 22 de julio de 1849 se instó a la urgente mejora del riego de la fuente del Pino en las Higuerillas.

Se anima el mercado del agua.

Se acordó el 27 de julio de 1848 que los propietarios y sus colonos que cambiaran su turno de riego deberían hacerlo a su hora. Ya el 27 de mayo de 1849 se autorizó la venta del agua a propietarios y terratenientes, tasándose la hora de siete a cinco reales según el área. Se podía trasladar el riego y la tanda, pero se daba preferencia a las de la misma fuente de riego. Los precios estipulados fueron de siete reales en el Regajo, seis en Fuencaliente y Realeme, y cinco en Reinas.

Los beneficiarios del sistema de regadío tuvieron que costear su mantenimiento. El 12 de mayo de 1850 se alentó la limpieza de la acequia principal desde la fuente de Rozaleme, aconsejándose la derrama de 1.050 reales entre los propietarios a razón de 150 por tanda, incluyéndose también los molinos.

Los incómodos molinos.

Desde tiempos del Antiguo Régimen, la captación de aguas de riego por los molinos harineros había causado más de un problema. En 1851 se abordaron los cubazos de los molineros, que a veces hacían perder los frutos, como los de la adaza. Los herederos del molinero Miguel Alarte fueron acusados el 17 de julio de dañar dos almudes de adaza, según delito de distracción de agua ya recogida en el código penal.

Los retos de una nueva junta.

En 1852 se conformó una nueva junta, en la que participó Ildefonso Ferrer, entonces teniente de alcalde. Luis de Moliní se convertiría en su síndico en 1854.

Se reformularon las tarifas de regadío. Las tahúllas de Fuencaliente y del Regajo se regarían a doce maravedíes por hora, sus tahúllas caballonadas por diez cuartos y sus barbechos y criadillas de catorce cuartos. En el Pino y Reinas se mantuvieron las mismas tarifas en las tahúllas. Sin embargo, las caballonadas en el Pino serían a razón de once cuartos y de doce en Reinas, y los barbechos del Pino a quince y a catorce de Reinas.

El 14 de marzo de 1854 se acordó no pasar el agua de la tanda. Los dueños de los pedazos de tanda, arrendatarios y colonos debían aprovechar con equidad, evitándose apropiaciones a primerísima hora.

Los grandes heredados, los mayores beneficiarios.

Luis de Moliní era uno de ellos. Formó liga con Nicolás Herrero y su esposa Valeriana Villanueva, dueños de las labores de Almadeque en San Blas, en un pleito con Saturnino Vivanco y su esposa Francisca Penén. José García Ibáñez era propietario en 1851 del llamado pedazo del Indiano, con dos tahúllas de regadío en el área de Reinas, valoradas en 2.183 reales. Otros grandes propietarios fueron Juan Francisco Pérez Arcas, Ildefonso Ferrer, Juan Antonio Monsalve, Francisca Penén, Antolín López, Víctor Ruiz, Salvadora Cano, Alonso Sánchez o Domingo Laguna. Antonio Laguna representó en 1856 al hacendado forastero Antonio de Honrubia, de Ayora.

En 1862 las innovaciones en el curso de la acequia crearon problemas de derecho, pero los intereses de los hacendados estaban bien asegurados. La nueva Requena hidroliberal estaba bien asentada.

Fuentes.

ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.

Actas de regantes, 1281.

REQUENA Y SU HISTORIA
Todos los derechos reservados 2023
Creado con Webnode Cookies
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar